De la memoria: ética, estética y autoridad en literatura y violencia en la narrativa latinoamericana reciente

Carlos Pabón, Teresa Basile coordinadora. Colectivo Crítico. Colección digital del Centro de teoría y crítica literarias. Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales. 2015 PP. 11-34

Facultad de Estudios Generales, Ciencias Sociales, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras

En este  ensayo  Carlos Pabón hace un recorrido por algunos de los asuntos más significativos vinculados a los debates sobre los  usos,  la reconstrucción y representación de la memoria de las víctimas de violencia extrema. A partir de lo que Annette Wieviorka denomina como la “era del testigo”, y Beatriz Sarlo como “el giro subjetivo”, Pabón  hace una síntesis de los desafíos o retos más relevantes en torno a lo que también se ha conocido como “deber de la memoria”. Comienza por el planteamiento de que las memorias a partir de los testimonios de las víctimas son a un mismo tiempo tan importantes como problemáticas. Importantes porque desde una perspectiva ética el testimonio es la forma en que nos relacionamos con una responsabilidad ineludible con el otro. Por que, siguiendo los planteamientos de Reyes Mate “sin memoria de la injusticia, no hay justicia posible”. Porque estos testigos de la violencia extrema, dan también voz a  aquellos que fueron silenciados, desaparecidos, invisibilizados. Porque esta ética es mandatoria si queremos que la memoria de la injusticia y la barbaie no desaparezca. Porque es vital para evitar el triunfo póstumo del proyecto de exterminio y para que no prevalezca la erradicación del concepto de ser humano. Ahora bien, el uso de la memoria en la reconstrucción del pasado de violencia extrema no ocurre sin dificultades y sin limitaciones. Entre estas, menciona Pabón, está el problema de la credibilidad de los testimonios. La propia magnitud de los acontecimientos sirvió como manera de hacerlo inconcebible, tanto para los de afuera, como para las propias víctimas que le sobrevivieron. Por otra parte, porque hay siempre un límite traído a la discusión por Primo Levi vinculado al hecho de que los sobrevivientes nunca pueden dar testimonio total de la magnitud de la violencia ni de lo acontecido. Las víctimas reales, las que experimentaron el horror total del evento fueron los exterminados, y por lo mismo, nadie puede contar su historia en primera persona. También hay otros problemas inherentes a los testimonios y es el propio carácter transformador, cambiante, selectivo, fallido, inconsciente de la memoria. Cosa que ocurre en circunstancias normales pero que suele agudizarse aún más por la experiencia del trauma de las víctimas de violecia extrema. Pabón también remite en este texto a los debates vinculados al tema de cómo representar mejor el evento de violencia extrema. Recurre a la propuesta de Jorge Semprúm en la que  éste plantea la interrogante de cómo contar una historia poco creíble e “invivible”. De cómo atender a la dimensión de aquello más sustantivo y de la densidad de la experiencia. Para Semprún contar bien significa que sea contado “de manera que sea escuchado”. Para lograr  eso propone que es necesario recurrir al artificio. Siguiendo la propuesta de Semprúm, Pabón entonces nos lleva por el camino de reconocer a la ficción no  como una mentira, sino como la búsqueda de las mejores elecciones estéticas y éticas para representar eso que aunque parece increíble, no es desde su perpectiva,  irrepresentable. Este texto de Pabón es una referencia valiosa para ubicar al lector por los debates y consideraciones relevantes en torno al uso de los testimonios de víctimas de violencia extrema.

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