Enzo Traverso en Nueva Época, Volumen 11, Número 31, Mayo-Agosto 2004, Méxicoo. PP.1-16
Facultad de Estudios Generales, Ciencias Sociales
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras
En este artículo Enzo Traverso nos lleva al reconocimiento de las sutilezas sobre las distinciones en cuanto a la noción de “singularidad del evento”, traído a partir de los estudios y debates en torno a Auschwitz y lo que el denomina “el uso público de la historia”. Una vez identificada la singularidad de Auschwitz, en la que se plantea que “el genocidio judío es el único de la historia que ha sido perpertrado con el fin de remodelar biológicamente a la humanidad, el único completamente desprovisto de naturaleza instrumental, el único en el que el exterminio no fue un medio sino un un fin en sí”, Traverso va a elaborar sobre cómo relacionarnos con esa singularidad de Auschwitz, y de ahí hacia otras experiencias de genocidio. Destaco como puntos relevantes de este trabajo varias precisiones hechas por el autor. Primero, la singularidad del genocidio nazi no significa que este acontecimiento sea uno históricamente incomparable, tampoco significa que comparar, distinguir y ordenar nos lleve por el camino de jerarquizar. Traverso recalca que atender la singularidad no significa de ninguna manera plantear que haya tal cosa como un genocidio “peor” o “menor” que otro. Del mismo modo que se plantea la singularidad de Auschwitz, esto no indica que se atienda la singularidad de otros eventos de violencia extrema. En un sentido, dice Traverso, Auschwitz más que constituír un acontecimiento sin precedentes “es más bien una síntesis única de diferentes elementos que se encuentran en otros o genocidios, una síntesis hecha posible por su anclaje en el sistema social, técnico, industrial; en resumen en la racionalidad instrumental del mundo moderno”. Hablar entonces de la singularidad de Auschwitz no debe servir para negar la singularidad de otros acontecimientos, tampoco para no reconocer los elementos que son comparables entre este genocidio con otros, como la esclavitud africana en el Nuevo Mundo (en la marca en el cuerpo de sus víctimas), o en los traslados y deportaciones (forma de capturar a las víctimas en Bosnia, Armenia), o en los lugares del exterminio mediante el trabajo, (el goulag y en la Camboya de Pol Pot). Comparar los eventos ha tendido muchas veces a restar importancia a uno u otro; la relativización a servido muchas veces a glorificar a unas víctimas o por el contrario a negar la magnitud del evento en relación a otros. Frente a esta tendencia de los usos públicos de la historia, Traverso llama la atención sobre la importancia de la singularidad, como manera más bien de “fundar una dialéctica fecunda entre memoria del pasado y crítica del presente, con el propósito de iluminar los múltiples hilos que relacionan nuestro mundo con el muy reciente”. Una reflexión obligada para una comprensión más compleja y matizada de la singularidad de los eventos violentos.