Universidad de Puerto Rico, Recinto de Arecibo
Partiendo de dos interrogantes: “¿qué hemos hecho con el lenguaje en los últimos 25 años?” y “¿cómo funciona el tiempo en política?”, Timothy Snyder aborda los vínculos entre lenguaje, tiempo y responsabilidad. El historiador y profesor de la Universidad de Yale elabora las características de lo que él llama la “política de la inevitabilidad” y la “política de la eternidad”; dos modalidades en las que, por vías distintas, el sentido de responsabilidad en política queda anulado y la irresponsabilidad (o el no hacer nada para atender los problemas) es lo que posa como una política. Snyder también da cuenta de las operaciones lingüísticas con las que hemos transitado de una a la otra. Señala las maneras en que, desde la izquierda como desde el centro, se ha contribuido al avance de las derechas radicalizadas y cómo esto le ha facilitado el triunfo a los gobiernos autoritarios del siglo XXI.
Desde la izquierda, al menos dos maneras sobresalen: 1) haber llevado la deconstrucción de la noción de verdad hasta el punto de cuestionarlo todo, algo que habría debilitado los hechos sociales abonando el terreno para la sobrevaloración de las emociones y para una política que sólo trataría de administrarlas e instrumentalizarlas; y 2) la insistencia en disminuir la importancia del Estado, llegando inclusive a tratarlo como el enemigo a combatir, algo que favorece a la derecha en su afán de desmantelarlo. Desde el centro, se trataría sobre todo de un discurso que repite hasta la saciedad que no hay alternativas. Este pragmatismo haría que no veamos las alternativas aún cuando ellas emergen en la realidad. Por ejemplo, cuando a Putin se le trata como un pragmático que solo persigue sus propios intereses, se pierde de vista la alternativa fascista que él le presenta al mundo. Sin el sentido histórico de que muchas cosas son posibles, se detiene el flujo del tiempo. Si decimos que la historia ha llegado a su fin, estamos aceptando que también ha llegado a su fin la responsabilidad. En esto consiste lo que Snyder llama la política de la inevitabilidad. En ella, el futuro solo aparece como una versión mejorada del presente. El problema con esto es que, en algún momento, deja de ser cierto. Por ejemplo, ha dejado de ser cierto para las generaciones cuya situación económica no será mejor que la de sus padres. También ha dejado de ser cierto con el cambio climático. Cuando la versión del tiempo que postula la política de la inevitabilidad se revela incorrecta, se le abre la vía a la política de la eternidad. En esta otra, el tiempo se percibe como un ciclo y se pasa de la idea de que el Estado no tiene que hacer nada (“no tenemos que pensar mucho sobre el futuro porque ya sabemos cómo va a ser”) a la idea de que el Estado no puede hacer nada (“la amenaza está ahí y no hay tiempo para pensar en el futuro pues ella nos sobrecoge”). Lo que ambas comparten es la anulación de la responsabilidad.
¿Es la política de la eternidad fascista? Snyder propone precisar los matices que hacen que, aunque haya elementos fascistas en esta política de la eternidad que se ha abierto paso en el mundo, también existan aspectos radicalmente nuevos. Estos aspectos son los que más llaman mi atención, pues conectan con mi investigación desde dos ángulos: las mutaciones que ha sufrido nuestro “ser-en-el-lenguaje” y las transformaciones ocurridas en nuestra relación con el tiempo. El eslogan trumpista “Build that wall” dice mucho al momento de precisar las diferencias entre el fascismo moderno y lo que Snyder comenzará a llamar el “not-even fascism” contemporáneo. A primera vista, el muro que la administración Trump propuso construir a lo largo de la frontera con Méjico constituye una referencia fascista: aquella que hace iniciar la política con la identificación del enemigo y que autoriza el paso del Estado de derecho al Estado de excepción (Carl Schmitt). Pero en cuanto indagamos por la procedencia del eslogan “Build that wall”, los elementos inéditos de la política de la eternidad se van perfilando. “Build that wall” fue elegido por el algoritmo de Cambridge Analitica (la compañía británica de manejo de datos que operaba con información personal robada de Facebook) como el asunto que más irritaba a los usuarios en las redes (ya fuera porque lo desearan o porque les horrorizara). Fue puesto a prueba en Estados Unidos y, en el 2016, vimos su impacto en política. Snyder ironiza diciendo “Estados Unidos es capaz de muchas cosas, pero construir ese muro no es una de ellas”. Y es que a Trump no le interesa ni le conviene construir ese muro. Lo que quiere y necesita es que “construir ese muro” siga siendo un eslogan. Lo que aglutina es el eslogan mismo y no la búsqueda de una solución real al problema de la inmigración (lo cual requeriría entender el fenómeno contemporáneo de las migraciones y atender sus causas). Esta política que Snyder llama “de la eternidad” y que en este caso se traduce en “resolver el problema ficcional del terrorismo mejicano con el muro ficcional que nunca se va a construir” suplanta la responsabilidad por la irresponsabilidad en política: nunca estará claro quién va a construir el muro. Mientras que el fascismo operaba una responsabilidad trágica (“hay una amenaza inminente que exige una acción rápida y violenta”), el “not-even fascism” opera una responsabilidad farsesca. El fascismo construye una mentira trágica que luego tiene que sostener mediante la propaganda, mientras que el “not-even fascism” monta en escena una farsa. Para vender entradas, tiene que hacerla posar en tragedia, y esto requiere de la desinformación y la desorientación constantes. He ahí, pues, dos formas distintas de corrupción política del lenguaje que Snyder nos invita a colorear sin salirnos de la línea puesto que, si bien no nos conviene abandonar la referencia histórica del fascismo, tampoco nos conviene pasar por alto la especificidad de estas nuevas modalidades en política. Su conferencia termina pintando el cuadro de las transformaciones ocurridas en las últimas décadas con trazos que van y vienen entre el fascismo y el “not-even fascism”. Para precisar los lindes, Snyder discute el modo singular en que uno y el otro asumen o se relacionan con cada una de estas cinco categorías: tiempo, verdad, cuerpo, recursos e Imperio.