
Departamento de Ciencias Sociales
Universidad de Puerto Rico, Bayamón
Rossana Reguillo propuso hace varios años el concepto narcomáquina para dar cuenta de la articulación de los poderes económicos, políticos y delincuenciales, -término que utiliza la autora- que permiten la acumulación de capital alrededor del narcotráfico en el contexto contemporáneo.
Con este trabajo, Necromáquina. Cuando morir no es suficiente, la autora hilvana el concepto necromáquina con el interés de producir cierta inteligibilidad sobre las formas de violencia que se manifiestan contemporáneamente en el narcotráfico. Este libro recoge varios ensayos que discuten su trabajo de investigación, y da cuenta de manera etnográfica del horror, citando a Adriana Cavarero. De ese horror indecible, que no puede apalabrarse, porque expresa el colapso del lenguaje, al decir de Reguillo.
En este trabajo que agrupa cuatro ensayos, I. Guerras en el vórtice, II. Tubulencias en el paisaje, III. Escenas: efecto borde, y IV. Dispositivo abismal: necromáquina, hace un análisis de las gramáticas de las violencias en un contexto en que se intensifica el abandono del Estado, el quiebre de la institucionalidad, y en el que la precariedad y la pobreza devienen con intensidad. A través de sus líneas analiza el movimiento de la máquinas de muerte, de las formas en que se constituyen subjetividades, en que se generaliza y normaliza.
La necromáquina articula, como nos dice la autora, un poder sobre la muerte como acontecimiento -en el sentido de Alain Badiou-. La necromáquina mueve los dispositivos de muerte, y articula “ese poder de gestionar la muerte, de hacer morir, que se ha convertido en la economía que rige la administración de los territorios y las dinámicas cotidianas de gran parte del país”. Es una máquina que supone la disolución de las vidas al interior de ésta.
Nos da pistas importantes para entender los procesos territoriales, en los que la violencia opera como dispositivo vinculado a lo que define como producción racional de riesgo y acumulación de capital. Al decir de Reguillo, “lo que intento señalar es que en la medida en que se incrementó la disputa por la ocupación de territorios y se normalizó la violencia como lenguaje cotidiano, la relación entre riesgo y acumulación de ganancia fue aumentando la tensión por el control total de territorios y de cuerpos, entre grupos distintos no solamente vinculados al crimen organizado, sino también a ciertas empresas de carácter extractivista. Pueblos enteros, comunidades, incluso ciudades, se convirtieron en espacios sin estado y bajo la política de “tierra arrasada”, en lugares hostiles para la vida, se fue operando un vaciamiento de casas, negocios, parques, calles que se quedaron en silencio, como en Ciudad Juárez en Chihuahua o San Fernando de Tamaulipas. Su trabajo incorpora categorías de análisis que nos permiten examinar los procesos en los que se intensifican estas violencias, así como también las contramáquinas que se constituyen