Infancia y violencia extrema: el tiroteo en Uvalde, Texas

Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

¿Cómo explicarles a los niños y niñas sucesos violentos y trágicos como el acaecido en Uvalde, Texas? ¿Cómo explicarles que un joven de 18 años ocasionó la muerte de 19 alumnos entre las edades de 10 y 11 años y a de dos de sus maestras?

Posiblemente interrogantes como estas ocupan las mentes de madres y padres tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos, sobre todo mientras los medios presentan una y otra vez las imágenes de los niños asesinados y de una comunidad en duelo.

La psicoanalista francesa Françoise Dolto plantea que los niños y niñas tienen derecho a saber la verdad. Pero por “verdad” queremos comunicar una interpretación de los sucesos que ofrezcan sentido sobre los avatares que nos ocurren como parte de la vida.

En tiempos en los que el mundo entero se encuentra convulsionado por guerras, pandemias y violencias de todo tipo, que en muchos casos tienen saldo letal, los niños no están ajenos al acecho de informaciones sobre esa compleja realidad.

Los menores captan las preocupaciones, las tristezas y el asombro de los adultos que les rodean ante esos eventos. Por ello, sucesos como el tiroteo en la escuela elemental de Uvalde, Texas, requieren que los adultos brinden explicaciones cónsonas con la edad, la capacidad de cognición y la madurez emocional de cada niño.

Las explicaciones tienen la función de agujerear los miedos e imaginarios distorsionados proveyendo respuestas a lo que nos es amenazante y a lo que parece no tener explicación alguna. Hay que comunicar a los menores que, a veces, las personas, incluyendo otros niños o niñas, se equivocan e incurren en actos violentos. Dejarles saber que, en ocasiones, hay quienes, al sentirse solos ante un problema, descargan su confusión mediante el uso de armas y dañan a otros. Esta comunicación es central en el proceso educativo.

Cuando las víctimas son niños también, estos pueden generar procesos de identificación y un incremento del interés de los menores por conocer la noticia y sus pormenores. Validar las expresiones psíquicas en los niños como lo es el dolor, la ansiedad, el miedo, la incertidumbre, ayuda a que desarrollen la empatía correspondiente. La función del síntoma (ansiedad, dolor, incertidumbre) que, en este caso, es ocluir la pregunta central en los niños: “¿Me podrá ocurrir lo mismo a mí?” “¿Estaré yo en peligro?” requiere la atención inmediata de los adultos.

La disponibilidad de los adultos cercanos para ofrecer respuestas propicia tranquilidad y sentido de protección. Comunicarles que están siendo cuidados y que, por ejemplo, escribir, dibujar o hablar posibilita la expresión de sus emociones, les permite simbolizar sus miedos y sentirse acompañados.

Los trabajos de la psicoanalista Anna Freud sobre la pertinencia de la presencia de las madres y padres aún en tiempos de guerra para preservar sentido de seguridad, constituye una evidencia del valor de la figura de los adultos significativos en la vida de los niños en tiempos de violencia extrema. Se trata de algo maravillosamente trabajado en la película Life is Beautiful en la que un padre literalmente se inventa la vida para su hijo en un campo de concentración nazi. No hay que ocultarles a las niñas y los niños que la vida humana nos enfrenta al desafío de la violencia propia y de la ajena. Esforzarnos por reconocer y controlar la propia, al tiempo que somos capaces de comunicar a estos las complejidades de la violencia ajena, es tarea que nos compete a todos.

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