Violencias y géneros

Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras

Cuando se habla de violencia de género nos referimos a una violencia que se encuentra vinculada a la manera en vivimos el género en sociedad. Si bien a partir de las diferencias anatómicas se entiende que hay dos sexos (macho y hembra), esto propicia que se entienda que tendrían que existir también solo dos géneros (“hombre” y “mujer”, con sus respectivos atributos).

Lo cierto es que, como el género es una construcción social/cultural, los seres humanos hemos seguido construyendo gracias a esa maravillosa capacidad que tenemos de seguir inventando para nosotros otras naturalezas. Esta complejidad es lo que se atiende con el concepto transgénero. Cuando las personas viven los géneros de manera rígida pensando que solo hay “hombre” o “mujer” o bien que estos géneros suponen solo una manera legítima de comportarse o de vivir, cada vez que alguien no es capaz de acomodarse a esas expectativas, se activa un potencial de violencia. Por eso las víctimas de violencia de género conforman un amplio espectro de personas que va, desde mujeres que desafían de alguna manera esos imaginarios convencionales, hasta hombres que no se conforman a la masculinidad tradicional. Ciertamente, hay más asesinatos de hombres que de mujeres en Puerto Rico y a nivel global. Este dato sugiere que, efectivamente, hay un vínculo fuerte e histórico entre violencia y masculinidad que tenemos que seguir estudiando. Pero la denuncia en torno a la violencia contra las mujeres no tiene nada que ver con esta cuestión numérica. La denuncia más bien expresa que se ha producido un cambio en la sensibilidad de época. Una en la que este tipo de violencia se nos ha vuelto insoportable.

Violencia de género hay muchas y muy diferentes. Hay un tipo de violencia de género vinculada al imaginario del amor moderno. Se trata de que, en estas sociedades, el amor se vive como apropiación. Cuando decimos amar a alguien, casi siempre esta expresión tramita nuestro deseo de apropiarnos de ella o de él. Esto se combina con personas que entienden que su valía personal depende de estar con una pareja “X”. El potencial violento de este combinatorio es enorme. Otra modalidad de la violencia contra las mujeres aparece vinculada a hombres identificados con un imaginario de masculinidad desfasado de los tiempos y remitido a un tiempo caracterizado por una rígida demarcación de los llamados roles masculinos y femeninos. Es una masculinidad adversativa que requiere de reiterarse (probarse) constantemente en el alardeo (bragging), la pelea o la violencia. La tercera modalidad de violencia de género está vinculada a la ausencia de controles de todo tipo. Personas (hombres y mujeres) para los que la violencia aparece como el único dispositivo de dilucidación de los conflictos y para los que la menor provocación activa el resorte de la violencia física.

Añado aquí dos cualificaciones: sería necesario deslindar asesinatos a mujeres por violencia de género de asesinatos a mujeres remitidos a otras modalidades de la violencia (narcotráfico y/o criminalidad callejera, por ejemplo) y sería necesario ponderar hasta qué punto el incremento en los niveles de crueldad en la violencia de género (desmembradas, baleadas en tiroteos de carro a carro) esté vinculado a la emulación de prácticas de otras modalidades de la violencia (narcotráfico y criminalidad callejera, nuevamente). Tenemos que hacer un esfuerzo analítico grande que nos permita atender de maneras más atinadas la complejidad de esta violencia.

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