
Departamento de Psicología del Recinto de Río Piedras
Este ensayo interroga el entendido de que vivimos en una época de subjetividades violentas, concediendo de entrada a que la historia de la humanidad ha sido una violenta. Cufré se pregunta qué es lo nuevo, si algo, en las prácticas violentas actuales, si es su incidencia en las personas o si es un efecto acumulativo que afecta las subjetividades. Analiza, como parte de una investigación en Veracruz, México, los efectos psicológicos de fenómenos de violencia en situaciones extremas como guerras, terrorismo de Estado, pauperización o desastres socio naturales las cuales desde la autora no solo afectan a quienes los viven sino a los que son testigos y a las generaciones futuras. Sostiene que los efectos de la terapia clínica suelen ser insuficientes cuando “los fantasmas tienen que ver con violencia, con situaciones ominosas en las que asoman la locura o la muerte”. La autora plantea que una clínica responsable, si bien respeta el encuadre clínico, debe “mínimamente, investigar las marcas de lo social en el psiquismo”. (2012:01). Señala que plantear la de-socialización como inevitable en la época actual y “como una nostálgica referencia a que todo tiempo pasado fue lo mejor” afecta el análisis de la violencia. Propone considerar el efecto que produce la violencia como resto que marca-como rastro-huellas-“que no se trata de registros que solo momentáneamente están fuera de la conciencia, de contenidos que pueden ser recuperados por la memoria activa , como en el caso de un aprendizaje, sino de aquello que se inscribe y configura en otra instancia o estructura y que, de alguna manera, modela ese contenido al someterlo a sus propias reglas, tales como la atemporalidad de esos registros o el hecho de seguir los avatares de la dinámica del deseo. Cuando por alguna razón afloran, el sujeto vivirá con angustia su potencial disruptivo “desde adentro” y por lo tanto las defensas habituales serán inoperantes o muy costosas” (Cufré:2012:2). Este movimiento puede aplicarse pues, como dice la autora “…cuando trabajamos con gente difícilmente podremos diferenciar que es lo que en ellas corresponde al sujeto social y qué al sujeto psíquico” (Cufré2012: 2). Cita a Félix Guattari, en la manera en que el propone la conexión de la violencia subjetiva con las “grandes máquinas de control social” (2008:3) como proceso de transformación que desborda lo que nos llega por la vía del lenguaje, ideas o significantes que no se puede reducir a modelos de identidad o identificaciones con la figura materna sino como producción social. La autora plantea “la violencia como destino inevitable” y “las subjetividades se producen para garantizar la reproducción social y para adaptarse pasivamente a una sociedad violenta” (2008:4). Sostiene Cufré que hay quienes dicen que la violencia no ha aumentado sino que ha aumentado la preocupación por la seguridad, como valor abstracto-como Judith Butler plantea que sucedió después del atentado contra las Torres Gemelas. Esa preocupación en torno a la seguridad opera como mecanismo que impide la interrogación de las acciones y la justificación moral de la venganza. Desde la seguridad se lesiona el derecho al disenso con la amenaza constante de exclusión. La exclusión aparece como el castigo ejemplar de nuestra época.