
Departamento de psicología
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
En este artículo, la autora produce importantes distinciones psicoanalíticas en torno al hablar o callar ante el trauma individual y/o trauma colectivo. Puntúa como central distinguir entre ambos traumas y analiza como la estrategia de silenciarnos o de usar la palabra (testimoniar los horrores vividos en situaciones de violencia extrema-esos que las disciplinas denominan como traumas) puede producir la posibilidad de vivir y recuperarse de esas experiencias o bien producir un colapso psíquico que lleve incluso al suicidio de quien hable antes de encontrarse más fortalecido. El texto propicia la reflexión en torno al entendido, producido por las disciplinas psicológicas, de que hablar ante una situación extrema o traumática, es en sí mismo sanador. El trabajo de Wang invita a que ese entendido sea re-considerado. Su análisis proporciona pistas que fracturan el entendido de que hablar es la ruta a seguir en sociedades contemporáneas en que los sujetos viven situaciones de violencia extrema. Lo anterior es ejemplificado con sobrevivientes de campos de concentración quienes se suicidaron posterior a escribir relatos sobre sus experiencias de tortura y encierro. Según Wang, “los que hablaron demasiado pronto lo hicieron desde la definición de víctimas, subrayándola, buscando un reconocimiento que aún la sociedad no estaba en condiciones de dar, no había aún los dispositivos receptivos y resignificadores necesarios. El hablar con insistencia no sólo no producía alivio ni posibilidad de operar con el trauma sino tampoco de resignificación alguna”.
El trabajo es una invitación para pensar modos de subjetivación contemporánea en que el silencio no puede ser tomado como indiferencia.