Alan Fiske y Tage Shakti Rai, 2014
Asistente de proyecto Estudiante Programa Graduado de Sociología, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras
Se ha vuelto demasiado común, incluso en la academia, escuchar que los continuos brotes y manifestaciones de violencia son el resultado de una decadencia moral generalizada, de una profunda crisis de valores o de una pandemia de enfermedad mental. De esto se sigue que las personas que practican actos violentos son perversas, inhumanas, sádicas, irracionales, psicópatas, criminales, insensibles, corruptas, demoniacas…en fin, integrantes de la Liga Universal del Mal. El libro Virtuous Violence ofrece una tesis sencilla pero contracorriente: la violencia motivada por horizontes morales es mucho más común que la violencia puramente instrumental, amoral o perversa. Es así para los autores pues, según la evidencia que ellos recopilan, el ejercicio de actos violentos es una de las maneras más frecuentes de regular, crear, mantener, defender, rectificar o terminar relaciones sociales.
La tesis en realidad no es nueva, aunque los autores no lo reconocen en el texto ya desde Más allá del bien y del mal de Nietzsche, pasando por Weber, Girard y Foucault, se presentan argumentos y reflexiones que van en esta dirección, pero el atractivo de este libro, orientado por la antropología y psicología moral de corte neopositivista, es la abundancia de ejemplos históricos,casos literarios, material etnográfico y datos estadísticos presentados.
Ya sea para imponer jerarquías, para mantener formas comunales, para respetar principios de correspondencia o para satisfacer pagos éticos, las personas de distintas culturas y desde diferentes puntos de partida morales se sienten autorizados y llamados al ejercicio de la violencia para responder a lo que les parece una transgresión de sus modelos de interacción o comportamiento, redundando en el sentimiento de que las víctimas de una manera u otra se merecen el daño. Esta cita de la página 196 sintetiza el argumento del libro “violence of the “right” kind perpetrated in the “right” situations against the “right” people is morally good, legitimately regulating properly specified social relationships”. Varias categorías en las que ofrecen ejemplos específicos y variados son: el castigo corporal de los niños por el bien de la buena conducta, el patrullaje violento, los ritos de paso para iniciar advenedizos a fraternidades, el ejército que mata porque se lo debe a la nación, los miembros de gangas que reparten palizas para hacer valer códigos de honor y respeto, los devotos que se auto-torturan o lastiman a otros para cumplir principios religiosos, los bullies que maltratan para mantener popularidad, la mutilación genital, los hombres que sienten que deben poner a las mujeres en su sitio, el acto del robo que no sólo tiene ganancia material sino que ofrece la oportunidad de humillar a la víctima de diferentes maneras, el revolucionario que derrama sangre por una causa superior, los mismos dioses que en las mitologías mandan castigos de justicia natural por infracciones devocionales, la venganza moral, la limpieza étnica y los genocidios, los amores frustrados, el suicidio por honor, la violación por virilidad resentida, etc.
Si bien este libro carece de profundidad filosófica, que al menos los mismos autores reconocen admitiendo que la teoría que proponen puede trabajarse en otros planos y mejor, esto se compensa con un excelente inventario multicultural y multitemporal donde constantemente la imbricación entre moral y violencia se hace evidente sin admitir por esto su inevitabilidad o naturalidad. Entiendo que esta ficha es una aportación adecuada para tratar de comprender la paradoja de desear responder a la violencia con más violencia.