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Facultad de Estudios Generales
Ciencias Sociales Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
En este artículo el autor esboza una crítica al sistema carcelario norteamericano. En su análisis, cuestiona las políticas de encarcelamiento y devela la mentalidad que subyace el enfoque punitivo, muy en particular en los estados sureños. Las relaciones en la cárcel, entre los presos y los que administran la disciplina carcelaria, traducen la mentalidad de la plantación. Al igual que durante la esclavitud, los presos son en su mayoría afro-americanos con poca educación y de familias pobres, mientras que sus guardianes son blancos. El autor nos invita a imaginar un día en la cárcel, donde el tiempo no transcurre, pues, nada pasa. Ni la ilusión de la rehabilitación ni la de un futuro constituyen una posibilidad. Se trata de un profecía auto-realizable para esas poblaciones marginadas, sugerida en la imagen que acompaña el artículo: un niño encarcelado. Los rituales de humillación perpetrados por los guardias, el encierro en solitario con apenas una hora para el ejercicio, las constantes violaciones de otros prisioneros, los deshumaniza. En las cárceles de vigilancia máxima, se cumple el principio de vigilar y castigar que expuso Foucault: el criminal se hace en la cárcel. En un giro interesante, el autor establece una comparación con las cárceles en el norte de Estados Unidos, los distintos enfoques alternativos a las largas condenas por crímenes menores: posesión de drogas, robos a tiendas, escalamiento a casas. Aunque se puede pensar que han desarrollado políticas más liberales, todavía persiste el discrimen hacia las poblaciones propensas a delinquir, como por ejemplo, los descendientes de inmigrantes de Latinoamérica y el Caribe.