
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
Departamento de Sociología y Antropología
Topología de la violencia, libro escrito por el filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han constituye un recorrido por lo que para éste aparecen como estadios de la transformación topológica de la violencia. Pasamos, al decir de Han, de la decapitación en la sociedad de la soberanía a la deformación en la sociedad disciplinaria y, más recientemente, a la depresión de la sociedad de rendimiento. Ya en la sociedad de rendimiento, la violencia asume la forma de un conflicto interior, la forma de la autoexplotación, la forma de una guerra del sujeto consigo mismo. El burnout, la depresión, la hiperactividad, son algunas de las dimensiones psíquicas de esta violencia.
Para Han, “esa excesiva, exagerada y pesada relación del sujeto consigo mismo” adquiere dimensiones cada vez mas destructivas (se incrementan las fuerzas entrópicas) y éstas se expresan, predominantemente, en los altos índices de suicidios. En este punto podemos identificar una cierta dialogicidad entre Chul Han y el ensayo de Guilles Lipovetski, “Violencias salvajes, violencias modernas”, quien igualmente apunta a que, si bien hay un declinar de cierto tipo de violencias, nuestra contemporaneidad se caracteriza por un alza en el número de los suicidios.
La violencia contemporánea también aparece vinculada en Han con un exceso de positividad: positividad del consenso, positividad de lo mismo, dictadura de lo idéntico (la deseabilidad de que todos pensemos lo mismo, actuemos de la misma manera, la igualación de todo con todo…), una positividad que hace que se trate de una violencia que no se perciba como tal, pues incluso puede manifestarse como paz. El entorno más amplio de este estado de cosas es una violencia inmanente al sistema (sociedad de control tecnico, superrendimiento, supercomunicación) que va penetrando cada vez mas el espacio de la vida psíquica del sujeto. El soberano de la sociedad del rendimiento (el sujeto autoexplotado) es a su vez el homo sacer (el sujeto desnudo de que nos habla Agamben) de sí mismo. En la figura de este sujeto autoexplotado convergen victimario y victima, amo y esclavo, libertad y violencia
Para Han, esta violencia de la positividad (que amenaza con cancelar toda oscilación, toda opacidad) es más traidora que la violencia de la negatividad puesto que se nos ofrece como fascismo amistoso. Esto es, como libertad. Hasta cierto punto, la positividad de la violencia en Han es la consecuencia lógica de la expansión de la positividad del poder. Un poder que ya no se impone desde afuera sino que se interioriza y por ende se hace mas efectivo. No se representa ya como opresión o represión sino como realización personal. A su vez, esta positividad de la violencia tiene que ver también con la desaparición de la alteridad radical, con que, al decir de Adolfo Sánchez Vásquez, “la violencia hoy ha dejado de responder a los esquemas inmunológicos virales de lo propio y lo extraño”. Positividad del poder en Foucault, positividad de la violencia en Han. A mi modo de ver y, al presente, esta positividad de la violencia coexiste con una violencia de la negatividad (virulencia contra el otro) tramitada en los imaginarios xenofóbicos, sexistas, homofóbicos imprimiéndole una dimensión aún mas intrincada y compleja a los tiempos de tránsito en que vivimos.