Climate Wars. What People Will Be Killed For In The 21st Century

Harald Welzer (Cambridge, UK: Polity, 2012).

Facultad de Estudios Generales, Español
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

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El libro de Harald Welzer nos permite entender cómo se perfilan los conflictos del siglo XXI. En este caso, el autor plantea que los cambios climáticos contribuirán a definirlos indirectamente porque desatarán escenarios violentos, aún en espacios que parecerían estar desvinculados de estos.

Según el autor, muchas de estas guerras serán provocadas por la escasez de recursos producto de los procesos de desertificación (como en el caso de Darfur), deforestación (Europa Central), inundaciones por el alza de los niveles del mar y, como consecuencia, la salinización de las tierras. Todos estos cambios afectarán los sectores más empobrecidos del planeta. Sin embargo, dado que el escenario contemporáneo contribuye a un proceso de “adiaforización” creciente (Bauman), los habitantes de las áreas no afectadas no se sentirán responsables por eventos climatológicos catastróficos ni motivados a alterar sus prácticas cotidianas para evitar el recrudecimiento del cambio. Se apoyarán en el hecho de  que sus países, con un desarrollo superior, podrán contrarrestarlos. Como muy bien nos recuerda  Welzer, este no es necesariamente el caso.  Aún los países más estables podrían experimentar retos que pongan en juego su estabilidad (como fue el caso del huracán Katrina en New Orleans). A este factor se  le añade el fenómeno del “cambio de base”  (shifting baseline) que posibilitará, como sucedió durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania, que los ciudadanos “considerarán natural los alrededores que coincidan con sus experiencias de vida” (140).

Esta discusión se complementa con otra, ya señalada por Münkler (ver ensayo en el Observatorio), sobre los estados colapsados o fallidos; es decir, aquellos incapaces de monopolizar la violencia (Weber), por tanto, incapaces de evitar el surgimiento de actores privados partícipes de la “economía de la guerra”. La vulnerabilidad de estos estados a la violencia se incrementará si hay recursos preciados como pueden ser los “diamantes, aceite o maderas” (99) cuya exportación permitirá el enriquecimiento de los sectores vinculados a esta economía, y dificultará el fin de los conflictos. A esta economía también se le une la rentabilidad que representan los ataques a la población civil por suscitar el envío de ayuda  humanitaria de los países de Occidente. (112). Esta ayuda, a su vez, se vuelve tributaria de la economía general.

Una discusión interesante del libro es rebatir la idea de que la novedad de estos escenarios de violencia se relacione a la ausencia de estados en conflictos. Según la revisión de Welzer, tal distinción no existe desde la Primera Guerra Mundial, si bien coincide con otros en el carácter asimétrico que las va a distinguir. Finalmente, dada que la discusión sobre el cambio climático ha estado monopolizada por las Ciencias Naturales, Welzer propone un acercamiento social a este fenómeno para entender por qué no es necesario, como dirá en una de las presentaciones sobre el libro, recopilar más información. Más bien, hay que entender las implicaciones sociales para atajar el asunto y desarrollar una campaña a nivel local, estatal e internacional que permita, al menos, aminorar el daño para impedir la proliferación de escenarios bélicos.

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