Por Mariana Irarte para Claridad, miércoles 17 de abril 2013
Escuela de Salud Pública Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas
Esta artículo de Mariana Iriarte, apenas a dos meses de la decisión del Tribunal Supremo de Puerto Rico (Caso Ex Parte A.A.R.), en la cual declara constitucional la discriminación por orientación sexual en Puerto Rico y de un solo golpe le niega a los hijos e hijas de parejas homparentales el derecho a una familia con los mismos derechos y protecciones que sus pares en familias heterosexuales. La autora cita en su título a Cesar Vallejo en; Los Heraldos Negros, diciendo: “Hay golpes en la vida. Yo no se! Tan Fuertes como el odio de Dios”,y con ello expresa de forma contundente lo inconfundiblemente violenta que puede ser una decisión del Tribunal de máxima instancia en Puerto Rico. Su violencia no solo estriba en sus palabras que fueron muchas y virulentas, sino en el poder o asunción de poder desde la cual se declaran. El Tribunal Supremo de Puerto Rico como autoridad máxima en el sistema judicial colonial, es comparable en función, precisamente “al odio de Dios”, contra el cual nos parece que tenemos ni como, ni donde protegernos. El escrito es una excelente representación de lo que indaga este flanco investigativo relacionado con: la violencia que regresa a los lugares de los cuales hemos querido extirparla, en tanto ilustra formas en las cuales las palabras esgrimidas como absolutos, las palabras como simbólicas de lo que se declara como “Justicia” y “Ley”, actúan como castigo a aquellas ciudadanas y ciudadanos que solicitan la legitimación y sus protecciones sociales. Aquellas que le son dadas sin reclamo a los y las que cumplen con los requisitos de la ciudadanía, en este caso heterosexualidad, y biología. La autora expresa de forma contundente lo que acontece como consecuencia de la decisión del Tribunal Supremo de Puerto Rico en el caso Ex Parte A.A.R.
“Lo dicho por el Tribunal no es neutral, aunque tiene pretensión de parecerlo, sino que tiene una fuerte carga simbólica que refuerza modelos violentos de convivencia donde el Otro se concibe como una realidad monstruosa y por tanto no susceptible de derechos.”