
Departamento de Ciencias Sociales
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Arecibo
Bajo el título “La agonía del poder” se reúnen en este libro tres variaciones de textos escritos por Jean Baudrillard en vista de conferencias pronunciadas durante los años 2005 y 2006. En ellas se discurre sobre el fin de la negatividad y el consecuente triunfo de la positividad. Una especie de universalización de la buena voluntad teniendo como objetivo la erradicación del Mal le habría puesto fin al trabajo de lo negativo. Sin el trabajo de lo negativo que permitía el intercambio simbólico, la realidad adopta una sola vía: la de la integración de todo y su contrario. Lo que Baudrillard llama “realidad integral” constituye un nuevo escenario caracterizado por la hegemonía y no ya por la dominación. La dominación era una forma de poder que le permitía aún a un pensamiento crítico subvertir el sistema desde el interior; permitía pues contradicciones, relaciones de fuerza, transgresiones contra órdenes establecidos, subversiones contra opresiones y subjetividades radicales contra alienaciones. Pero esta otra forma de poder hegemónico cancela las condiciones de posibilidad de toda violencia revolucionaria y hace emerger una nueva forma de violencia: la violencia integrista. Positividad total que resulta mucho más peligrosa que cualquier otra forma de violencia antagonista pues se dirige hacia el interior mismo del sistema. La estrategia fatal en un tal sistema no puede adoptar otra forma que la auto-destrucción. Si la dominación clásica, histórica, pasaba por la puesta en obra autoritaria de un sistema de valores, la hegemonía contemporánea pasa por una liquidación simbólica de todos los valores – lo que resumen los términos de simulacro y simulación donde todas las significaciones vienen a abolirse en su propio signo.
La obra de Jean Baudrillard, en particular sus últimos trabajos, constituye una de las referencias fundamentales de mi investigación en la que se exploran las nuevas manifestaciones de la violencia sobre el fondo de un desinflamiento de lo simbólico caracterizado a su vez por un aplanamiento de la dimensión temporal (presentismo; condición post-histórica). Muchas de las preocupaciones contemporáneas que hoy se discuten – el presentismo como régimen de historicidad, la transparencia del mundo y su violencia, la puesta en jaque del proceso civilizacional frente al derrumbe de todo sistema de valores, la consecuente horizontalidad e indiferenciación/indistinción igualadora que no da lugar ni reconoce lo extraordinario, el que la acción política no alcance otro estadio que el del simulacro/espectáculo, por sólo mencionar algunas – habían sido ampliamente elaboradas por Baudrillard desde los años 80. Regresar a sus textos desde la filosofía de la técnica y desde el reconocimiento del carácter tecnológico de lo humano; es decir, desde un replantamiento de la relación entre lenguaje y técnica para luego analizar sus mutaciones más recientes, aportaría en la dirección de asumir los desafíos que presenta el diagnóstico de época que Baudrillard nos dejó haciendo recurso de la anticipación teórica:
Asistimos hoy a otro tipo de revolución distinta a las revoluciones históricas que nos han precedido – una revolución verdaderamente antropológica: la de una perfección automática del aparato técnico y la de la descualificación definitiva de lo humano – algo de lo cual él mismo no tiene conciencia. En el estadio hegemónico de la técnica, que es el del poder mundial, el humano no sólo pierde la libertad, sino que también pierde la imaginación de sí mismo… Obsolescencia del hombre en fase terminal, a quien su destino se le escapa…
Esta revolución no es ya ni de orden económico ni de orden político, sino de orden antropológico, y metafísico. Ella es la última, no hay nada después. Es, por lo tanto, de cierta manera, el fin de la Historia, pero para nada en el sentido de una superación dialéctica, por el contrario: en la inauguración de un mundo sin humano. Ya que si bien había un sujeto de la Historia, del fin de la Historia no existe un sujeto. Ya no hay trabajo de lo negativo ni finalidad histórica…
Estas líneas pertenecen al último texto,“Los exilados del diálogo”que lleva como epígrafe lo siguiente:
Marx: Hasta ahora los filósofos se han contentado con interpretar el mundo. Ahora se trata de transformarlo.
Contra Marx: Hoy no basta con transformar el mundo. Eso ocurre de todas maneras. De lo que se trata hoy con toda urgencia es de interpretar esta transformación misma – de modo que el mundo no se transforme sin nosotros, y que no devenga finalmente un mundo sin nosotros.