Notas al vuelo sobre la sentencia de Jensen Medina

Universidad de Puerto Rico, Recinto de Bayamón

La sentencia de Jensen Medina Cardona a 129 años por asesinato y ley de armas me provoca varias interrogantes que insisten por años sobre la ley. ¿Cuál es el sentido de la ley?  ¿Qué sostiene a la ley? ¿Qué la legitima? 

La ley, -ese orden sin fundamento-, obliga al sujeto a comparecer ante la ley. A situarse ante ella, a estar expuesto y entregado absolutamente  a la ley. Interpela la responsabilidad del sujeto. Pero esta interpelación no es sino el efecto de la violencia de la ley que ordena el respeto de la ley. Una ley que se constituye para reinstalar el orden, para el castigo de la transgresión de la ley, para prevenir que otros sectores de la sociedad transgredan la prohibición, para evitar que quien transgrede la ley, reincida.  La ley opera como un imperativo, sin significación, pero con fuerza, y nos interpela y somete. Es en la ley que se refunda la ley, la fuerza que la potencia y la hace vigente. La ley que no ordena sino el respeto a la ley. Y el orden, se instituye mediante la ley.

Hace algo tiempo discutía que la violencia se manifiesta como ejercicio del derecho, y el derecho como ejercicio de la violencia. Al ejercer la violencia, el derecho se legitima, se conserva en el poder. De Judith Butler, vi que  la violencia es el acto por el cual se procura reinstaurar el dominio y la unidad. Ahora lo retomo ante la reflexión que me provoca la sentencia de Jensen Medina. ¿Qué repara la sentencia? ¿Qué restituye la sentencia ?  ¿Tendrá efecto de reparar a la familia como víctimas?  ¿Evitará que maten a otras mujeres? ¿Producirá el arrepentimiento del victimario del daño que cometió? ¿Tendrá efecto en otros hombres para que no nos sigan matando?

Si examinamos el contexto en que se produce este proceso, destacamos que en los últimos años aumentaron los asesinatos a mujeres como efecto de violencias: de novios, amantes, esposos, ex parejas. O, violencias machistas hacia mujeres ante el desafío, por estar donde no debimos, por decir lo que no podíamos, por hacer lo que no estaba permitido. Mujeres, grupos de mujeres, colectivos de mujeres y otros grupos insisten en reclamar al Estado educar con perspectiva de género, atender el tema como uno prioritario.  Que se hable en las escuelas, en los espacios de trabajo, en las universidades, que se refleje en los servicios que recibimos, en todos los espacios. Pero el Estado lo asume desde el castigo, desde lo punitivo. Desde la ley. Pareciera más fácil enfatizar en el castigo, en las políticas penales, que en la educación y prevención.  

La sentencia nos remite también a otras violencias. Asistimos como hordas a reapropiarnos de nuestras violencias,  inscribimos la violencia en otros terrenos sociales. Nuevamente se entrecruzan las violencias.  Surgen  la ley y el Estado como reinstauradores del dominio y la unidad.  Se legitima un Estado que entendíamos nos había abandonado.

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