Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico en Bayamón.
Cuando se habla de diversidad sexual comúnmente se piensa como sinónimo de gay, término que en Puerto Rico se usa para describir o para demonizar todo aquello de lo que la normativa dominante sobre la sexualidad no quiere que hablemos. La diversidad sexual, como lo uso aquí, es un término que se refiere al conjunto de todas las orientaciones sexuales (incluyendo la heterosexualidad), identidades de género (trans y cis), expresiones de género y diversidades corporales.
El rechazo al término perspectiva de género por la administración actual de Ricardo Roselló es parte de la censura a hablar sobre la diversidad sexual que promueven los sectores más fundamentalistas. Al comienzo del año 2017, desde La Fortaleza se anunció que el Departamento de Educación abandonaría el término perspectiva de género y en su lugar usaría el término equidad de género. En rueda de prensa se anunció la nueva política ya formalizada en ley. Allí “la senadora (Zoé) Laboy aclaró que su medida no está vinculada con los conceptos de identidad de género, sino solo con que mujeres y hombres se traten con igualdad de derechos y de poder discrecional sobre su futuro, lejos de estereotipos y roles asignados.” (Nueva ley promover equidad. El Nuevo Día, 4 agosto 2017, p. 20).
A esto se añade la propuesta que acaba de hacer el Departamento de Salud y Servicios Humanos Federal (HHS) para cambiar la política de género bajo Título IX, que debe proteger a las personas del discrimen por sexo en programas que reciben fondos del gobierno federal. HHS propone que la política nueva sobre género sea una “basada en la biología, clara, fundamentada en la ciencia, objetiva y administrable”. Según dice HHS, “el sexo que aparece en el certificado de nacimiento, como originalmente expedido, deberá ser prueba definitiva del sexo de la persona a menos que sea refutada por evidencia genética confiable.” (Experts: Federal Policy Change Would Harm Transgender Students)
En mis clases asumo el reto de lograr que mis estudiantes expliquen por qué esta política está reñida con la ciencia y es discriminatoria. No es tarea fácil porque está fundamentada en la normativa dominante que define la ciencia como objetiva y un sexo biológico determinado por un experto en medicina plasmado en un documento que adquiere cierta fuerza de ley ya que identifica a una persona como ciudadana(o) y como sujeto de derechos.
Ann Fausto Sterling, bióloga distinguida de Brown University, nos explica que contrario al conocimiento común, no hay una medida biológica única que ubica a cada persona en una de dos categorías, hembra o varón (Why Sex Is Not Binary. The complexity is more than cultural. It’s biological, too.). Veamos los niveles del desarrollo del sexo que nos describe Fausto Sterling. El primero es el de los cromosomas que sucede en el momento de la fertilización. Lo más común es que un cromosoma X o Y se une con un óvulo con cromosoma X. Pero a un óvulo o esperma puede faltarle un cromosoma o tener uno extra. Como resultado el embrión puede ser XXY, XYY o XO. Vemos que a este primer nivel hay más de dos categorías.
Ocho a doce semanas después, el embrión adquiere un sexo gonadal; los embriones con cromosoma Y desarrollan testes embrionarios; aquellos con dos X forman ovarios embrionarios. Esto sienta las bases para el tercer nivel, el sexo hormonal, cuando los testículos u ovarios fabrican hormonas que le dan un impulso adicional al desarrollo del sexo. El sexo hormonal fetal a su vez juega un papel en la formación del sexo reproductivo (formación del útero, cérvix y tropas de Falopio en hembras o la próstata, pene y testículos en varones.) En el cuarto mes las hormonas fetales forman el sexo genital externo, pene y escroto en los varones, vagina y clítoris en las hembras.
De modo que al momento del nacimiento, un bebé tiene cinco niveles de sexo. Pero como el sexo cromosómico, cada capa posterior no siempre es binaria. Más aun, nos explica Fausto Sterling que las capas o estratas pueden entrar en conflicto, siendo una binaria y otra no. Un bebé XX puede nacer con un pene, una persona XY puede tener una vagina y así por el estilo. Estas inconsistencias crean un problema para la asignación del sexo como varón o hembra de forma categórica con solo mirar los genitales de un recién nacido. El proceso no termina con el nacimiento. Las hormonas fetales también afectan el desarrollo del cerebro lo que produce otro nivel llamado sexo cerebral. En la pubertad, algunas células del cerebro estimulan niveles y patrones de hormonas que causan la maduración sexual. Estas etapas también pueden variar grandemente más allá de una categoría binaria.
Nos dice el doctor Juan Carlos Jorge, profesor de anatomía y neurobiología del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, que la ciencia no conoce a cabalidad el proceso de desarrollo del sexo biológico, ni el proceso de la formación de la identidad de género (Bodies that Defy Sex Clasification). No obstante, los procedimientos médicos estándar especifican que la asignación del sexo o su reasignación debe ocurrir antes de los dos años. Jorge cita la evidencia clínica que revela que en más del 50 porciento de los casos, los cuerpos con genitales ambiguos se asignan al sexo femenino y como parte del proceso se hacen cirugías para conformarlos a los estándares culturales de un cuerpo femenino que pueda ser penetrado por un pene. Tenemos testimonios en la audiencia de personas intersexuales frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos donde un ponente describe cómo a los catorce años lo sometieron a una operación para hacerle un orificio con parte de su intestino para que su cuerpo pudiera ser penetrado por un pene. Describe lo que luego experimentó como hierros calientes que le insertaron en el orificio para mantenerlo abierto. Otras víctimas describen cirugías para acortar su clítoris y otros procedimientos hechos sin su consentimiento cuando aun eran adolescentes. “Nuestros cuerpos hermosos y funcionales fueron mutilados por médicos que apoyaron una normativa social a costa de nuestra salud y bienestar.”(Vease el video Inter-American Commission on Human Rights )
En otro de sus escritos sobre la intersexualidad, el neurobiólogo Juan Carlos Jorge, nos recuerda que “la noción médica de que el cuerpo-sexo diverso es una monstruosidad data desde los inicios de la práctica médica como la conocemos hoy. Añade que aprendemos desde los cuentos de hadas, que el sexo “se expresa en una de dos formas: varón o hembra. Aquello que no logramos entender lo extraditamos a las fronteras entre lo humano y lo no-humano; esa ha sido la estrategia para que no se nos venga abajo un axioma básico que sostiene nuestras identidades validadas en, y por, el orden social. Los mitos, el folclore, los bestiarios, los cuentos de hadas, y los sueños rebasan los límites del tiempo y del espacio según intentan explicar los casos en donde se rompe esta premisa básica de la existencia humana. (Jorge, El hombre-lobo y la diferencia sexual, manuscrito no publicado.)
Cuando en la administración de Obama se requirió bajo Título IX que las instituciones educativas eliminaran las prácticas discriminatorias contra las personas que expresaran diversidad sexual, que se les permitiera usar el baño que corresponde a su identidad de género y usar la ropa que expresara su identidad, los opositores comenzaron a culpar al magisterio y a las autoridades escolares por querer enseñarle a los niños a ser niñas y a las niñas a ser niños. Decían que había que proteger a los demás niños y niñas de ese comportamiento. La historia de Christopher que narramos a continuación nos obliga a refutar esta acusación y enfocarnos en las vidas de las personas que experimentan el discrimen.
Cristopher es puertorriqueño de 18 años que comenzó hace cuatro años el proceso de transición como persona transgénero (Desafiante transición desde los 15 años) . Cuando tenía 4 a 6 años quería vestir como niño y jugar con los varones. Desde los 9 o 10 años experimentó rechazo, burla y agresión física por parte de compañeros que decían que era una persona “rara”. En varias ocasiones a través de su vida grupos de niños le han dado golpes, patadas y puños mientras le gritan insultos relacionados a su identidad sexual. Luego de una de estas palizas, decidió “salir del clóset” como lesbiana. Dice “por miedo a la sociedad salí como gay en lugar de decir soy trans. Era más fácil decir me gustan las nenas que decir me siento hombre.” No logró aceptación, sino más acoso. Dos alumnas lo acusaron criminalmente de haber cometido actos lascivos y agresión en su contra. El caso se vió en el tribunal de menores durante seis meses. Finalizando el juicio, una de las niñas que lo había acusado confesó que habían inventado todo porque “tenían asco de tener una compañera de salón lesbiana”. Nuevamente, la escuela invisibilizó lo que a todas luces fue acoso escolar o bullying.
A los 15 años decidió iniciar su transición al sexo con el que se identificaba: varón. Sus maestros le seguían llamando por su nombre femenino, sus compañeros se burlaban y lo incitaban a actuar como mujer. Las trabajadoras sociales propusieron hospitalizarlo en una clínica psiquiátrica, llamaron su comportamiento changuería, capricho, déficit de atención, depresión y falta de madurez. Sufrió depresiones y pedía con lágrimas que lo ayudaran.
Christopher tiene hoy 18 años y a la fecha del reportaje del periódico era el único menor de edad transgénero en Puerto Rico que había recurrido a la oficina de Registro Demográfico a hacer el cambio en su documento de identidad a raíz de la sentencia federal que declaró inconstitucional el prohibir a las personas transgénero modificar sus certificados de nacimientos según su identidad de género (Documento Daniela Arrollo v. Ricardo Rosello). Nos dice la noticia que tiene una novia y su orientación sexual es heterosexual.
Les invito a buscar la historia de Jazz, una niña transgénero cuya historia es mucho más feliz que la de Christopher. Tiene desde pequeña el apoyo de su madre y su padre, sus hermanas(os) y su escuela, y nos confiesa que le gustan los varones. Se enfrentaba al reto de identificar un varón que la aceptara como niña con genitales masculinos (Ver el video “The Story of Jazz” y su página oficial en Facebook.) Las historias de Cristopher y Jazz nos señalan que tenemos muchos retos. Tenemos vocablos básicos que aprender, echar a un lado lo que damos por sentado como biológico, comenzar a transformar los currículos en las universidades y en las escuelas, y trascender nuestros esquemas religiosos y personales, entre muchos otros. Espero que podamos seguir hablando de ellos. Les comparto un manual que he encontrado muy útil para conocer los términos que describen la diversidad de sexual y poder referirnos a la diversidad sexual más allá de los términos binarios: “Hablar de diversidad sexual y derechos humanos, Guía informativa y práctica” (Hablar de diversidad sexual y derechos humanos, Guía informativa y práctica).