Departamento de Ciencias Sociales Universidad de Puerto Rico, Recinto de Arecibo


Este encuentro entre Peter Sloterdijk y Slavoj Zizek que llevó por título “¿Cómo salir de la crisis de la civilización occidental?” fue publicado en el periódico Le Monde el 27 de mayo de 2011 y coincidió con la publicación en francés de dos libros destinados a pensar la crisis contemporánea. En el caso de Zizek, su libro Vivir el fin de los tiempos, en el que luego de identificar los cuatro jinetes del apocalispsis en relación al capitalismo (desastre ecológico, revolución biogenética, conversión de todo en mercancía y tensiones sociales), propone alternativas e iniciativas de índole colectivas en el espíritu de un comunismo no gregario y de un cristianismo liberado de su creencia en la divinidad. Por su parte, Sloterdijk, en su libro Has de cambiar tu vida, esboza soluciones inspiradas en la ascetología entendida como el estudio de la vida en ejercicio. En la estela de lo que Michel Foucault exploró con el cuidado de si-mismo como fundamento de las prácticas de libertad, pero con la aportación del concepto de co-inmunidad, Sloterdijk propone rehabilitar las condiciones para una salida del habitus mediante prácticas individuales de entrenamiento y trabajo sobre sí.
De esta discusión me interesa destacar la reflexión que hace Sloterdijk en torno a la capacidad del crédito de abrir a un futuro sostenible y las consecuencias que se desprenden de la crisis crediticia para el futuro de la civilización. Frente a la pregunta de si podemos hablar hoy de una crisis de civilización y de cara a la observación de que por primera vez desde 1945, Europa no cree ya en el progreso ni las nuevas generaciones piensan que vivirán mejor que las anteriores, Sloterdijk responde:
“¿Qué queremos decir cuando empleamos el término ‘civilización occidental’ en la cual vivimos desde el siglo XVII? En mi opinión, estamos hablando de una forma de mundo creada sobre la idea de una ruptura con la primacía del pasado. La humanidad occidental inventó una forma de vida inaudita fundada en la anticipación del futuro. Eso quiere decir que vivimos en un mundo que se ‘futuriza’ cada vez más. Creo por lo tanto que el sentido profundo de nuestro ‘ser-en-el-mundo’ reside en el futurismo que es el rasgo fundamental de nuestro modo de existir.
La primacía del futuro data de la época en que Occidente inventó ese nuevo arte de hacer promesas, a partir del Renacimiento, en el momento en que el crédito entró en la vida de los europeos. Durante la Antigüedad y la Edad Media, el crédito no jugaba prácticamente ningún rol porque estaba en manos de los usureros, condenados por la Iglesia. Mientras, el crédito moderno, por su parte, abrió hacia el futuro. Por primera vez, las promesas de reembolso podían ser cumplidas o sostenidas. La crisis de civilización reside en esto: hemos entrado en una época en que la capacidad del crédito de abrir a un futuro sostenible está cada vez más bloqueda, ya que hoy tomamos a crédito para reembolsar otros créditos.
Dicho de otro modo, el ‘creditismo’ ha entrado en una crisis final. Se han acumulado tantas deudas que la promesa de pago sobre la que descansa la seriedad de nuestra construcción del mundo no se sostiene más. Pregúntele a un americano cómo contempla el reembolso de las deudas acumuladas por el gobierno federal. Seguramente, la respuesta será ‘nadie sabe’, y yo creo que ese no-saber es el núcleo de nuestra crisis.
Nadie en la Tierra sabe cómo reembolsar la deuda colectiva. El futuro de nuestra civilización se choca con un muro de deudas.”
Si bien en la discusión con Peter Sloterdijk, Slavoj Zizek se adhiere plenamente a la idea de una crisis del futurismo y de la lógica del crédito, introduce lo que a mi entender son las consideraciones que se desprenden de la tesis de Maurizio Lazzarato. Esto es, que después de todo, no hay que saber cómo se pagará la deuda pues esta nueva forma de la deuda que procede de una alteración en la lógica del crédito, no está hecha para ser pagada. Irónicamente, de su impago es que se alimenta el capitalismo financiero. El diálogo entre Sloterdijk y Zizek en torno a la crisis de la civilización en relación con la crisis del futuro y la crisis crediticia me permite, no sólo insistir en las consecuencias antropológicas de un desinflamiento de lo simbólico en el que pago e impago, a pesar de significar cosas diferentes, no producen valores distintos, sino que me permite también profundizar en el desinflamiento de lo simbólico por la vía de una condición poshistórica cuyo rasgo fundamental sería el presentismo. Por último, estas observaciones me permiten subrayar la necesidad de una actualización de los planteamientos de Niklas Luhmann respecto a la autonomía de los sistemas sociales. Pues si algo nos está mostrando esta nueva situación en la que el binomio pago/impago ha dejado de constituir el filtro por el que la economía – en tanto sistema social, según Luhmann – establecía su diferencia con el entorno, es que los procesos de auto-organización, diferenciación e individuación que, de cara a la complejización del mundo, la modernidad puso en marcha, han desembocado en una hipercomplejidad que propicia más bien la indiferencia. Este es otro ángulo del desinflamiento de lo simbólico y de la consecuente primacía del cálculo del riesgo y la especulación en la toma de decisiones. La desaparición del sujeto que esto supone, así como el socavamiento de las condiciones para la producción de sentido y de una dimensión ética y estética de la existencia, están en total contradicción tanto con el co-inmunismo que Sloterdijk propone como con el comunismo de Zizek. Por más simpatía que puedan inspirar estas propuestas, llevar estas observaciones hasta sus últimas consecuencias produce un glitch. De ahí que me haya dado a la tarea de profundizar en lo que Jean Baudrillard fue esbozando bajo la rúbrica “estrategias fatales”. La violencia integrista que él describe para dar cuenta de un funcionamiento del mundo en el que todo queda integrado se revela mucho más pertinente para entender el fenómeno de una economía que ha hecho de la falta su motor; y de la miseria, un valor en el mercado financiero.