
Departamento de Sociología y Antropología, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
5 de junio de 2025
En estos días una jueza federal dictaminó que “la política actual de certificados de nacimiento de Puerto Rico viola la Cláusula de Igual Protección de la Decimocuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos al no permitir que las personas no binarias cambien su marcador de género a una “X” en sus certificados de nacimiento”, por lo que ordenó al Registro Demográfico crear un formulario que permita escoger la opción “X” como marcador de género en el certificado de nacimiento.
Como era previsible, esta noticia ha vuelto a activar al sector fundamentalista local que entiende, (como también lo ha estipulado una de las órdenes ejecutivas emitidas por la presente administración de gobierno en Estados Unidos) que existen solo dos sexos (macho y hembra/ hombre y mujer) y que cualquier otra consideración, conducente a cuestionar dicho entendido, tiene que ser despachada como una expresión de la ideología de género. Como sabemos, género se ha convertido en una mala palabra e ideología también.
Y sin embargo, cabe destacar que el uso de este significante – ideología- por parte de los defensores del binarismo sexual es una manera de deslegitimar, devaluar o bien desautorizar cualquier planteamiento crítico de este entendido como uno “no científico”. Lo anterior se expresa en comentarios tales como “eso es ideología, no es ciencia”; eso es un planteamiento irracional”). Pues bien, quizás lo primero que tendríamos que reconocer es que los defensores del binarismo sexual operan también al interior de una ideología y una que, a estas alturas del trayecto evolutivo de la ciencia y de las sociedades contemporáneas, resulta cada vez mas insostenible.
Como fue planteado por el filósofo francés Michel Foucault, hay conocimiento porque hay batalla y el conocimiento es el efecto de esa batalla. Lo más que podemos decir es que, en esta batalla entre los partidarios del binarismo sexual y las personas no binarias, los primeros siguen anclados en lo que ya podríamos nombrar como vieja ciencia, (ciencia de las certezas) mientras los argumentos de las personas no binarias y sus defensores son enteramente conciliables con la ciencia que está siendo.
En palabras de Agustin Fuentes, primatólogo y antropólogo biológico, “Los océanos están llenos de especies de peces que cambian de un sexo a otro a mitad de la vida, y algunos que vuelven a cambiar. Hay invertebrados hermafroditas y lagartijas solo hembras que se reproducen recombinando sus propios cromosomas. En algunos mamíferos, las hembras están llenas de testosterona y … En los humanos, tener dos cromosomas X o un cromosoma X y uno Y no crea cuerpos binarios, destinos o vidas”.
Quizás lo único que habría que añadir a las palabras de Fuentes, es que lo que nos caracteriza a nosotros, los humanos, es la capacidad que hemos desarrollado de producir para nosotros mismos una naturaleza tras otra, tras otra, tras otra, incrementando así la diversidad y riqueza de nuestra especie.
En fin, lo que intento comunicar aquí ya fue dicho por el teórico de la complejidad, Edgar Morín: la organización de los vivo es un pattern de singularidades y hay mas cosas en el mundo que en toda nuestra filosofía. Este reconocimiento opera como horizonte cognitivo en el quehacer de la ciencia contemporánea.
¿Por qué el Estado tendría que contemplar en ley esta complejidad? Porque el Estado tiene la responsabilidad de proveer una vida digna para todas las personas y no una vida invalidada o pensada a menos por aquellos que aún entienden que hay una verdad del sexo que hay que defender.
La obligación de defender ese maravilloso reconocimiento en torno a la multiplicidad de maneras en que los seres humanos somos, efectivamente, humanos, es algo que nos corresponde a todos.

