
Facultad de Estudios Generales, Español
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras
15 de febrero de 2024
El artículo “Is There Hope for the Missing and Murdered Indigenous Women?” de The Newyorker trae a la luz pública un asunto aún poco explorado: el creciente número de mujeres indígenas en Estados Unidos y Canadá cuyo casos quedan sin resolver (4,000 según el artículo). El texto pone de manifiesto el complejo entramado que impide agilizar la gestión de investigar y procesar los casos de estas mujeres y niñas desaparecidas: un aparato judicial escueto, falta de fondos, prejuicio contra las poblaciones indígenas, desinterés de las instituciones encargadas de atender las querellas, entre otros. El resultado es trágico: las muertes de las mujeres y niñas muchas veces son desechadas como asuntos internos de las reservaciones (violencia intrapersonal). Mientras tanto, han surgido organizaciones como M.M.I.W. o M.M.I.W.G. (Missing and Murdered Indigenous Women and Girls) que tratan de traer a la luz pública el asunto para lograr interés entre las partes concernidas de esclarecer estos casos.
El artículo reseña el trabajo de la abogada Darlene Gómez de Nuevo México quien, a partir de la experiencia de la desaparición de una amiga de la niñez, intenta ayudar a lxs familiares de las víctimas con otros métodos: Facebook, Instagram pero sobre todo, a través de conexiones y mucho empuje. Sus gestiones ya han probado ser exitosas aunque también han generado “backlash”: la comisión (Task force) instituida por la gobernadora de Nuevo México Michelle Luja Grisham en 2021 para estudiar estos casos fue disuelta, para reaparecer como un Advisory Council sin incluir la presencia de Gómez. Por otro lado, la autora del artículo le atribuye la prominencia que adquirieron los casos a un hashtag acuñado por Sheilla North (#mmiw), una periodista canadiense a quien le ha seguido la pista. North reconoce, sin embargo, que los hashtag tienen un impacto limitado. Según ella, habría que adjudicar recursos a las instituciones concernidas aunque, al observar el poco avance que ha realizado el gobierno de Canadá a pesar de los cuarenta millones otorgados, expande sus reclamos para incluir el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres a través de servicios educativos, sanitarios y legales.
Es difícil saber la naturaleza de estos ataques y cuál podría ser el hilo conductor, si alguno, entre todas estas muertes. El panorama parece ser complejo. El artículo habla de violencia impersonal, distinción importante para poder esclarecerlos. Me recuerda al intrincado escenario que Rita Laura Segato examina en su ensayo: “La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez: Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado”. En este, Segato habla de la ininteligibilidad de dichos escenarios si nos limitamos a la dimensión personal o sexual. Sin embargo, algo tienen en común con muchos escenarios bélico: la violencia contra las mujeres se ha recrudecido y parece no tener fin. Solo a partir de un marco teórico amplio que conjugue las coordenadas socio-económicas con otras de naturaleza estatal (la larga historia de colonialismo, la discrepancia entre los recursos y servicios adjudicados a los estados y a las reservaciones) podríamos revelar su naturaleza. Desgraciadamente, esto no necesariamente supone su fin, como nos dice Rita Laura Segato, al citar a Leonardo Siascia, para preguntarse si podríamos conciliarnos con otro arreglo que no sea sencillamente la justicia.

