
Universidad de Puerto Rico en Arecibo
1 de octubre de 2023
En los últimos 20 años hemos presenciado una proliferación de programas universitarios de “Estudios sobre genocidio” o “Estudios sobre el Holocausto y temas relacionados”. Aún en los países en donde no existen programas con esa especialidad, como es el caso de Puerto Rico, los temas relacionados con el Holocausto (genocidio, políticas memoriales, justicia, reconciliación, estética del horror, evaluación de filmes y documentales, etc.) fueron abrazados por la academia. No obstante, de cara a la evidencia que no para de apilarse en torno al carácter genocida de la invasión rusa a Ucrania, la academia se ha mostrado extremadamente tímida, cuando no simplemente encogida en un mutismo que se revela tanto más aterrador cuanto es selectivo. Puesto que me resisto a operar con la navaja de Ockham (ya que no podemos descartar que se tratara simplemente de una moda pasajera con la que se justificaron nuevos programas de estudio y solicitudes de financiación), intentaré esbozar algunas fuentes de esta respuesta inesperada – o más bien, ausencia de respuesta – por parte de la academia frente al lenguaje y la intención genocida que todos los días nos salta a la vista con las imágenes de destrucción de infraestructura civil y patrimonio cultural ucranianos como objetivos deliberados de los misiles rusos. También, con las declaraciones constantes por parte del Kremlin en las que se niega la existencia de la nación ucraniana y se cuestiona la humanidad de sus habitantes. En una de las más recientes, Putin expresó en televisión rusa que los “amos occidentales” habían puesto expresamente en el poder a un judío (el presidente democráticamente electo Volodymyr Zelensky), con el objetivo de “encubrir la esencia anti-humana que es la fundación del Estado moderno de Ucrania” y para “glorificar el nazismo” (Antisemitism charges swirl after Putin denigrates Zelensky’s Jewish roots, The Washington Post, September 25, 2023). He ahí, por cierto, otro prístino ejemplo de corrupción política del lenguaje en el que la palabra, en este caso “nazismo”, se vuelve a-semántica. Por último, con las numerosas fosas comunes descubiertas tras la retirada del ejército ruso de algunos de los territorios ocupados, los miles de niños ucranianos deportados para ser adoctrinados en “campamentos de verano” rusos, las torturas en los campos de filtración y, más recientemente, con la movilización forzada de ucranianos en territorios ocupados para combatir en el ejército ruso contra sus propios conciudadanos. Tantas casillas de la Convención contra el Genocidio de 1948 que podrían ser marcadas pero que aún permanecen vacías.
Para comenzar a abordar las posibles fuentes de este silencio de la academia luego de una ola de programas de estudios sobre genocidio, conviene recordar las advertencias que hiciera Jean Baudrillard en relación a lo que se percibía como una obsesión por revisar todas las violencias pasadas para someterlas a la jurisdicción de los derechos humanos y los crímenes contra la humanidad. El boom en el plano jurídico internacional que el sociólogo describió como un imperio del arrepentimiento en el que, buscando absolución por todas las violencias del mundo, todos deveníamos culpables, se encuentra entre las causas de la incapacidad actual para apalabrar y significar el genocidio, así como para asumir responsabilidad frente a lo que se nombra. Baudrillard veía cómo ese imperio de lo memorial (que hoy sabemos que no se cernió a lo jurídico, sino que se extendió, tanto al turismo como al comercio en general, mediante la apertura de museos y la construcción de monumentos en ciudades que hicieron todo un negocio de su pasado traumático), no hacía sino cerrar el círculo de la indistinción: ahí donde todos somos culpables, nadie es responsable.
En El paroxista indiferente (1997, Éditions Grasset), Baudrillard argumentaba que el “tiempo real” en las operaciones del mundo contemporáneo es la posibilidad de actualizar todo en el instante mismo. Es el tiempo de la difusión planetaria y de la acción a distancia que abole toda secuencia o posibilidad de corte entre pasado, presente y futuro. Esto es decir que el llamado “tiempo real” abole la dimensión real del tiempo. Cualquier ejercicio de legislación de la memoria histórica en la poshistoria no puede tener otro efecto que no sea, o bien de externalización de esa memoria que si es la memoria de todos, no es la de nadie en particular; o bien, la instalación permanente del resentimiento con su consecuente reclamo de retribución y economía victimal. Como es de esperarse, esta violencia sobre la dimensión del tiempo fragiliza las condiciones de posibilidad para la producción de sentido y destruye el pensamiento en su capacidad de producir distinciones. No obstante, el ejercicio de la responsabilidad histórica requiere de hacer las distinciones necesarias a una toma de posición ética.
El otro problema que se desprende de las inquietudes expresadas por este autor es el de la competencia por devenir el emblema universal del sufrimiento. Baudrillard siempre consideró desproporcionada la discusión sobre “lo indecible” del Holocausto y abogó por acercarse a ese evento histórico, no como el paradigma de la violencia histórica -algo que él entendía comportaba la mitificación y la mistificación del Holocausto – y sí como un evento trágico de la historia que debía poder ser objeto de estudio y explicación.
Hoy no cabe duda que la mitificación y la mistificación del Holocausto no le han rendido ningún servicio a nuestra capacidad para preveer y prevenir nuevos genocidios. Por el contrario, la rivalidad entre quienes luchan por el reconocimiento de las violencias históricas ha sido instrumentalizada por Putin para reanimar los resentimientos anti-coloniales en Africa y América Latina. El hilo que teje las nuevas alianzas antidemocráticas tienen la estrategia discursiva de asociar el Occidente geográfico con el imperialismo y la colonización; y luego, equiparar todo eso a los valores democráticos que terminaron triunfando en el Occidente político. Para esto, Putin ha tenido que subirle el tono a sus ejercicios de revisionismo y negacionismo históricos, de manera que su propio pasado imperialista y sus intenciones de continuar ejerciendo un poder colonial sobre los antiguos territorios de la Unión Soviética se mantengan encubiertos.
Una de las inquietudes que ha guiado mis investigaciones sobre el parloteo, la posverdad y la condición poshistórica como rasgos de lo contemporáneo es la desaparición, no solo de la realidad (por la vía de una “muerte del signo”, como diagnosticó el pensador francés), sino precisamente de la responsabilidad (por la vía de una “muerte del sujeto” y su agencia). La obra de Baudrillard reunía ya en sus preocupaciones muchos de los asuntos que se revelarían pertinentes para entender los desafíos de la situación política contemporánea. Contrario a lo que muchos concluyeron durante la década del 1990, Baudrillard nunca hizo la apología de las transformaciones posmodernas, sino que fue, ante todo, un agudo intérprete de las mismas.
Con sus énfasis en el carácter indecible o irrepresentable del horror y la violencia extrema, una parte de la academia exilió el campo de “Estudios sobre genocidio” fuera del orden de la palabra. Como si aspirar a apalabrarlo fuera una blasfemia, por hacerlo entrar en el marco de las explicaciones. Una especie de odio a la razón y a Occidente por entender que le sirvió de cuna a las guerras, los genocidios y otras violencias del siglo XX percola los programas de estudio sobre el Holocausto e impide que hoy advengan a la palabra; que nombren lo que a todas luces ocurre frente a nuestros ojos. Irónicamente, este tuit reciente con el que voy a concluir esta entrada se revela mucho más locuaz. No solo recoge la dimensión ética del problema, sino que también toca al asunto de la agencia y de la responsabilidad. El texto invita a ver un vídeo de Russian Media Monitor con un segmento de televisión nacional rusa en el que su animador deja muy claro el carácter imperialista y genocida de esta guerra.
Pero más importante aún, invita a asumir la responsabilidad por lo que sabemos:
Watch this latest video from russian state TV.
It will be shown at russia’s tribunal. It will be studied in history classes by your children and grand children.
“You understand that this list [of territories to be conquered] is incomplete. Everyone understands that this list is incomplete.” “It doesn’t matter what you call it …denazification or demilitarisation. Call it whatever you want. Everyone knows what it really means …the restoration of the russian empire.”
“There are some nations whose existence is pointless.”
This is just one clip of thousands of hours of footage in which the hatred and genocidal intentions of russia are on full display. It’s all documented for history.
He’s right when he says everyone already knows what is happening.
This is your regular reminder that future generations will not be in any doubt that you know right now that russia is a genocidal imperial aggressor. It’s very open about it.
Polling in russia shows russians overwhelmingly believe the goal of their war is territorial conquest, not any of the excuses peddled by its supporters abroad.
All of us around the world will have no plausible deniability that we didn’t know what was going on.
You can see these clips.
You can see the dictator literally standing over imperial era maps, comparing himself to other tsars, and discussing the erasure of a sovereign nation.
You can read endless, carefully documented testimonies from people who have escaped the horrors of russian occupation and its very clearly genocidal nature.
You know about all this. You scrolled past it. History will judge what you do now based on the fact that you know.
It’s the reason no one has ever expressed any confusion about russia’s talk of imperial conquest or its use of neo-nazis to achieve it. Not a single person has ever said: “wait, this doesn’t make sense if it’s just a special operation to denazify and demilitarise Ukraine”. No one has ever said that because, as russian TV makes clear, no one is in doubt about what all this is really about.
Russian soldiers who feign ignorance of being invaders when they are captured actually have no problem boasting of their atrocities in intercepted phone calls.
Academics who insist the war is in some way excusable are suddenly very articulate about why imperialism and genocide is wrong when russia is not doing it.
They know. They have just chosen to support genocidal imperialism in this case. Don’t let them gaslight you with excuses.
There’s one irony here though.
Russia’s war is based on denying the agency of Ukrainians and all nations in the way of russia’s expansionist aggression. However, the key to ending this is for us to respect the agency of those who deny ours.
Don’t think of them as brainwashed or too stupid to know what’s going on.
Respect their agency as supporters of imperial genocide. They are responsible for everything they are doing and must face the consequences of that.
One day, the chorus of propaganda offering excuses will fall silent, as it did during the Nuremberg tribunal. The horrors of russia’s genocidal crimes will be more fully documented.
As after Nuremberg, no one in future will give a shit about the excuses offered in our era to deny or delay the defeat of the genocidal aggressor and bring its leaders to justice.
Make sure you can look your children and grandchildren in the eye and tell them what you did now to help achieve that.
(Bad Baltic Takes, https://twitter.com/BadBalticTakes/status/1707662507966443992)

