
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
5 de agosto de 2023
“Lo que se ve en un objeto es otro objeto oculto”
René Magritte
Una cosa es estar expuesto, a la vista de otros. Otra cosa es estar vigilados constantemente. Una persona expuesta podría entrar en el campo visual de otro y ser indiferente para la persona que observa. Así pasa en los encuentros diarios en muchas ciudades, en donde se le presta poca atención a la persona que vemos o se nos presta poca atención cuando somos objeto de la vista de otro. Por ello, Erving Goffman acuñó el concepto de “desatención cortés” para dar cuenta de esa forma desinteresada de encontrarnos con el otro. Sin embargo, estar vigilados o la vigilancia supone un acto interesado en el otro; un acto que interesa exponer al otro para que sea objeto de la observación y que lo presupone gestor de un acto delictivo. Hoy día el asunto se complica porque se borran las fronteras entre vigilantes/vigilados y aparece una forma de vigilancia donde, de forma colectiva, nos vigilamos entre sí. (Véase: Madeline Román. David Lyon on the Culture of Surveillance). Exponer y vigilar se ha convertido en una constante y en una forma normalizada de interacción que lleva como fundamento la normativa moral de la transparencia.
Frente a esos excesos de lo visible haría falta un quiebre que ponga en cuestionamiento esa neutralidad con la que se nos presenta la transparencia y la visibilidad. Crear ese quiebre es el propósito del documental de Theo Anthony “All Light, Everywhere” (2021) ganador de premios en el Sundance Film Festival, en el Festival de Cine Independiente de Madrid, entre otros. Este documental, a través de trazos históricos sobre la vigilancia, se inserta en la paradoja de que todo punto de vista coincide, a su vez, con un punto ciego. No se trata solamente del punto ciego referido a lo que está fuera del campo de visión sino a la coexistencia de la visibilidad con la invisibilización. Como se menciona en el documental, se trata de que en el punto exacto donde comienza la visión, inicia igualmente el punto de la ceguera. Ese planteamiento podría desmontar las pretensiones de que aumentando la transparencia se genera mayor visibilidad. Quizás, por el contrario, de lo que se trata es que a mayor transparencia más puntos ciegos van surgiendo y menos visibilidad tenemos. Es también lo que Francisco José Ramos (2003) llamó la “tragedia de la luz” en tanto el Espectáculo genera una “fascinación hipnótica con los registros de su efectividad…todo sale a luz y se devora con la velocidad de la luz” (La Estética del Pensamiento II. San Juan: Editorial Tal Cual. P.21).
Lo transparente (trans-pareo) es aquello que aparece (pareo), que puede ser visto, no de forma espontánea sino a través (trans) de algún medio que permite generar aquello que se hace visible. En ese sentido, el objeto visible no es anterior al medio, sino que es producto de la misma transparencia. Parafraseando a Marshall McLuhan podríamos decir que en toda transparencia hay una coincidencia entre lo visible y el medio que lo genera. Ciertamente, no hay novedad este cuestionamiento a la transparencia y en aquello que damos por visto. Sin embargo, en estos momentos parece necesario un acercamiento crítico ya que hay una especie de exceso incuestionado con lo visible y con la transparencia. Por ejemplo, la transparencia se nos presenta como categoría moral que se espera y se exige a diversas instituciones y sujetos en el país. Para eliminar la corrupción se recomienda más transparencia. Para prevenir delitos y crímenes mayor trasparencia a través de cámaras de seguridad. Para fortalecer la democracia hace falta transparencia y también más transparencia para demostrar eficiencia gubernamental. Y, recientemente, para evitar contagios también hace falta transparencia (p.e. mostrar tarjetas de vacunación o aceptar la medición de la temperatura corporal por dispositivos electrónicos en lugares públicos). Dicho sea de paso, resulta irónico y hasta redundante que se haya creado una “Ley de Transparencia” para poder dar acceso a información pública: de algún modo es una ley para hacer transparente lo que supone sea transparente. Junto con ello podríamos añadir la práctica cotidiana de hacer visible, a través de redes sociales, todo tipo de actividad que realizamos y, además, toda la industria de mercado que se genera a través de la transparencia y la visibilidad: cámaras, anchos de banda, dashboards, aplicaciones para celular, cámaras, talleres, programas de computadoras, organizaciones, lentes, etc.
El documental va transcurriendo en esas contradicciones de lo visible. Nos muestra, por ejemplo, como astrónomos buscan medir el fenómeno del tránsito del planeta Venus pero cada vez que intentan precisar su trayecto el objeto se les difumina. De igual forma, la plataforma Eyeview, que intenta operar como sistema de vigilancia en Baltimore, está compuesta de 12 cámaras satelitales que presentan un mapa en vivo de la ciudad que, en mi parecer, se me asemeja a una pintura del cubismo ya que se aprecian las diversas capas formadas por las cámaras y que se van sumando para formar la imagen completa y fragmentada de la ciudad. El problema es que a mayor altura para tener más visibilidad menor es la precisión en los detalles. El mismo creador, mostrando su producto, dice algo así como: “Ese puntito que está allí es una persona. Sabemos que no es un arbusto porque se mueve. Sabemos que no es un perro porque se monta en un carro. En fin, es una persona”. Nuevamente, la paradoja de lo visible aparece. El resultado es una forma deformada del objeto ya que el intento de precisar “la realidad” del objeto es, a su vez, una deformación del objeto mismo. Se presupone que “el puntito” es una persona “porque se mueve”: se trata de los supuestos e interpretaciones del observador.
Este documental también trabaja con el punto de intersección entre las cámaras de vigilancia y
las armas letales. A fin de cuentas, en el inglés “to shoot” puede significar igualmente disparar
un arma como tomar un vídeo. En es sentido, el documental va mostrando las primeras cámaras
portátiles y sus similitudes con las armas de fuego. Sin embargo, ese punto de intersección entre
la cámara y el arma se presenta, en el documental, en el cuerpo del policía. Es ahí donde
coexisten ambos dispositivos fabricados, a su vez, por la compañía Axon quien se dedica a crear
cámaras de vigilancia, pistolas Táser y, también, una nube llamada Evidence que guarda
automáticamente la información de ambos artefactos para un futuro uso en los tribunales. Hay
que decir que las cámaras tienen una función de que se activan automáticamente cuando el
policía desenfunda su arma y se prepara para disparar (“to shoot”). Además, resulta interesante
que estás cámaras están construidas con restricciones a la visibilidad. Es decir, no pueden
documentar nada más allá de lo que un agente de la policía podía observar. Es decir, son
cámaras que podrían grabar objetos en la oscuridad, pero no lo realizan porque solo puedan
grabar lo que un policía pudo haber visto con sus ojos. En ese sentido, la cámara graba y hace
visible lo que la memoria del policía invisibilizó en un evento particular. Como se menciona en
el documental se trata de un recurso para que el policía pueda construir narrativas para un juicio
en un tribunal. Nuevamente, la cámara no devela lo visible sino que lo forma y lo construye. La
cámara se convierte en una extensión nemotécnica. No está hecha para ver más o ver menos. Es para ver lo mismo, grabar y hacer visible lo que la memoria invisibiliza. Esto, como bien se menciona, en el documento no sirve para revelar una realidad sino más bien construir narrativas sobre lo real.
En ese sentido, es un recurso de la transparencia (hacer visible a través de un medio) que conforma una realidad que no pre-existe.
Es casi imposible ver este documental y no recordar el juicio de Derek Chauvin, culpable del homicidio de George Floyd. Gran parte de ese juicio transcurrió entre la presentación de imágenes, de narrativas y pietajes de las diversas cámaras que había en el lugar. En el juicio se presentaron vídeos dentro del colmado, en la acera, dentro de la guagua de Floyd, dentro de la patrulla de la policía, en el asfalto, entre otros. Claro está, el pietaje más conocido es el Darnella Frazier quien grabó el asesinato de Floyd. Todos esos pietajes presentados en el juicio no eran ventanas de la realidad sino narrativas que estaban en pugna por la “representación” legítima de la realidad. Obviamente, el pietaje y las imágenes grabadas por Darnella Frazier se impusieron frente a cualquier otra representación. A través de su cámara Frazier veía algo que los policías no podían ver y que ella lo revela en su comparecencia al juicio cuando dice: “Veía a mi padre, a mis hermanos, a mis primos, a mis tíos…”. Ellos no estaban allí, pero Floyd evocaba para ella la memoria, no capturada por cámaras, de la discriminación racial. Ellos eran, precisamente, el punto ciego de lo visible para la policía. Como aparece en el epígrafe del documental: “As the eye-such the object” (William Blake). Ahí radica la paradoja de lo visible; olvidar que quizás en aquello que vemos y se nos hace transparente se nos presenta también una forma de obscurantismo.
Otros asuntos quedan fuera de este comentario pero bien podría retomarse como lo es la exigencia de cámaras de seguridad por las mismas comunidades de Baltimore y la inclusión de la inteligencia artificial en todo este tipo de artefactos. Nos parece que el documental All Light, Everywhere es una provocación para reflexionar sobre esa paradoja de la transparencia. Queda claro que entre tanta exposición, vigilancias y transparencia se encierran regiones oscuras que merecen seguir reflexionando para “sacar a la luz” las zonas no visibles del exceso de visibilidad.

