
5 de julio de 2024
Introducción
Este ensayo introduce el concepto del reduccionismo discursivo para diagnosticar algunas de las limitaciones que caracterizan ciertas formas de resistencia política en el país. Podemos definir el reduccionismo discursivo como la tendencia a enfocarse excesivamente en discursos, narrativas y gestos simbólicos a costa de generar una acción política que logre cambiar las actuales condiciones económicas y sociales. Es decir, se trata de un fenómeno sociológico en el que el discurso se trata como si fuera el lugar principal para actuar políticamente, muchas veces sin tener efectos significativos en las condiciones materiales en las que vivimos.
Con esto, no se busca minimizar la importancia del discurso y el lenguaje para concientizar y cambiar la percepción pública; ambos son elementos cruciales para efectuar un cambio político concreto. Más bien, este ensayo propone que el reduccionismo discursivo implica un énfasis excesivo en el discurso y el lenguaje, abandonando por completo las acciones concretas requeridas para generar un cambio sustantivo. Limitar las estrategias del activismo únicamente al uso del discurso, con el motivo de cambiar las percepciones de las personas, resulta ser insuficiente para efectuar cambios reales.
Se critican las ocasiones en las que el activismo político del país convierte en su única estrategia política el uso del discurso, los gestos simbólicos y el performance. Este reduccionismo considera los actos discursivos, tales como los debates, escritos, u otros gestos simbolizables, como actos de resistencia inherentemente valiosos, sin considerar si tienen efectos reales en las estructuras sociales existentes. Como consecuencia, se produce una mirada estrecha sobre el cambio social, en donde las transformaciones del lenguaje, los gestos simbólicos y los procesos de significación son suficientes para cambiar la sociedad a nivel material y político, abandonando las acciones concretas.
Este ensayo propone problematizar este reduccionismo discursivo a favor de un enfoque integrativo que reconozca el discurso como herramienta complementaria a acciones más sustantivas que busquen cambios reales en la vida social y económica de la isla.
El reduccionismo discursivo caracteriza, por ejemplo, la corrección política, con su énfasis en la necesidad de reafirmar los pronombres de género y el cumplimiento de comportamientos superficiales. Aunque estos actos pueden tener importancia simbólica, muchas veces no abordan las cuestiones subyacentes de desigualdad y opresión que requieren cambios estructurales más profundos. De esta manera, el enfoque en la corrección política puede desviar la atención de las acciones concretas necesarias para transformar las condiciones materiales de vida. Vivimos en una época en donde los modales y los cambios en palabras son considerados más valiosos que comenzar a estrategizar para luchar en contra de la precariedad económica, el empeoramiento de las condiciones laborales y de vivienda, por ejemplo. Esta crítica incide con los argumentos de marxistas contemporáneos que acusan a las nuevas izquierdas posmodernizadas de abandonar por completo lo económico a favor de las luchas de identidades discursivas. Mientras que no se propone caer en un reduccionismo economicista que minimice la importancia de las luchas de identidad, el abandono total de lo económico a cambio de las luchas de identidad se puede explicar en parte por el reduccionismo discursivo.
El reduccionismo discursivo en la praxis decolonial boricua
Algunas aplicaciones puertorriqueñas de la teoría decolonial ponen su apuesta transformativa en gestos simbólicos y expresiones artísticas. Podemos mencionar como ejemplo el gesto simbólico del desmantelamiento de la estatua de Juan Ponce de León que ocurrió durante el mes de enero del 2022 durante la visita del rey de España a Puerto Rico. Mientras hubo una serie de debates que se formularon por sectores de izquierda que afirmaban, desde esta teoría, el carácter radical y transformativo del gesto por ser simbólico y retante ante las lógicas epistemológicas y eurocéntricas; los sectores conservadores lamentaron lo que consideraron como un intento por borrar una pieza importante dentro de la historia de Puerto Rico.
Lo que ambos sectores perdieron de vista es que la estatua no se encuentra simbólicamente operante en la realidad cotidiana del ciudadano que camina en las calles de San Juan, son prácticamente invisibles para el ojo cotidiano. Por lo tanto, el gesto simbólico no retó la normalidad concreta vivida en Puerto Rico, ya que no hay una celebración activa de estas figuras históricas. Mas aun, la perspectiva conservadora falla en reconocer cómo estos artefactos culturales se han subsumido bajo la indiferencia plena del turista y el puertorriqueño cotidiano, son representaciones que pierden el significado que fue originalmente otorgado, convirtiéndose en un objeto banal reducible a varios de los otros objetos que se encuentran en el viejo San Juan. La estatua ya estaba simbólicamente derrumbada en el diario vivir. Irónicamente, solo su derrumbamiento físico ha conllevado a que la estatua se volviera a restaurar dentro del imaginario público e internacional y dentro de debates y confrontaciones discursivas, en los que su efectividad en cambiar la vida colonial existente de manera significativa permanece cuestionada. En resumen, todavía nos mantenemos dentro de la dimensión reduccionista del discurso.
Discurso, arte y el verano del 2019
Por otro lado, es un pensamiento común que, por medio de la vía del arte, la pintura y la expresión estética se puede hacer un frente contestatario exitoso ante las lógicas eurocéntricas, capitalistas y patriarcales que atraviesan la isla. Es difícil negar la influencia que el uso de las expresiones artísticas ha tenido dentro de nuestra cultura de resistencia. También, la expresión artística de los memes se ha vanagloriado como expresiones innovadoras y creativas con gran capacidad de generar cambios significativos, como los expresados en las manifestaciones del verano boricua del 2019 que llevaron a la renuncia de Ricardo Rosello, gobernador para ese entonces. La participación de diversos artistas musicales es evidencia, para varios, de la importancia del arte para poder movilizar y poder concretar cambios históricos dentro de la sociedad puertorriqueña.
Incluso, la gran escala y magnitud de los acontecimientos del verano y la variedad de representaciones artísticas llevó a que varios teóricos de la isla afirmaran que estos eventos trataban de un giro decolonial boricua en donde el pueblo dejó de ser una identidad colectiva pasiva ante las violencias sistémicas y simbólicas que vivimos a diario. A cambio, se alegó que estos fueron los inicios de la formación de una nueva identidad puertorriqueña colectiva, heterogéneamente unida a pesar de tener diferencias materiales tangibles, que implica el reconocimiento y el cuestionamiento colectivo de las relaciones de dominación para poder comenzar un proyecto de cambio social significativo.
Como podemos observar en el presente, ese cambio radical declarado de forma muy apresurada por los teóricos decoloniales de la isla nunca se dio. Parte de las energías que se utilizaron para el verano del 2019 se quedaron en el momento, y no se tradujeron hacia la nueva organización política concreta que busque el cuestionamiento de las relaciones de dominación que estamos viviendo. Realísticamente, los cambios que produjeron el verano incluyeron el surgimiento del Proyecto Dignidad como partido ultraconservador, basado en juicios moralistas en contra de los cuerpos de las mujeres y su agencia, claramente opuesto a un giro decolonial. A raíz de las limitaciones previamente expuestas, se argumenta que el reduccionismo discursivo sirvió como factor limitante teórico y práctico frente a la posibilidad de articular el futuro que los teóricos decoloniales intentaron profetizar. El verano del 2019 no rindió los frutos esperados ya que hubo, en cambio, una celebración excesiva del mero acto de resistencia, los slogans, el arte y performance: una romanización plena ante el hecho de que los puertorriqueños se levantaron por primera vez unidos frente a un enemigo común, sin considerar la importancia de contemplar el día luego de las protestas y el esfuerzo que requiere el poder pensar y actuar para poder crear un nuevo Puerto Rico en la práctica.
Lo que debemos hacer en estos tiempos es tomar una postura contraria a la provista por estas teorías celebratorias sobre la resistencia del verano del 2019 y los gestos simbólicos: debemos de comenzar a problematizar el uso de estos gestos simbólicos mencionados, como el arte radical contestatario, ya que se encuentra imbricado a un reduccionismo discursivo que sustituye y elimina la búsqueda de efectos reales en la vida económica y social como estrategia política. A cambio, el “mensaje”, el “arte” y el “discurso” se convierten en el único fin revolucionario, sin considerar qué efectos reales estas expresiones pueden tener en la vida social. Las resistencias se quedan en el simbolismo y en el performance, sin buscar transformar el país. Celebrar el arte como medio contestatario sin contemplar sus efectos reales en la vida social y política es arriesgarse adoptar la postura absurda y tautológica de Arte Cardé, artista controversial de la isla, que considera que el arte no se debe de “explicar” porque es “arte”. En resumen, sus expresiones llevadas a la práctica conllevan a la apreciación del arte como medio político porque sí. Esto conlleva a destrucción de la razón y el pensamiento, componentes esenciales para poder comenzar a trazar alternativas reales ante las condiciones precarias en las que estamos viviendo. Muy poco se puede articular bajo este fenómeno despolitizante que hemos trazado a través de este ensayo.
Por ende, al ser mero discurso y gesto simbólico, carente del pensamiento pragmático requerido para politizar, este tipo de arte ha servido como instrumento que sostiene y reproduce las actuales estructuras de dominación. El arte activista no debe ser un sustituto para la tarea ardua y difícil de articular una organización política que desarrolle estrategias concretas que logren conseguir, retar y cambiar la normalidad que vivimos en este país, en aras de mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Al contrario, el arte revolucionario debe de utilizarse como herramienta complementaria y con propósitos pragmáticos serios que busquen consecuencias significativas para el futuro material del país. Tampoco se propone reducir el arte en un mero instrumento activista, sino que, si los propósitos establecidos de la pieza es complementar la lucha para cambiar las condiciones actuales, no debe caer en este tipo de reduccionismo.
Las limitaciones del sujeto consciente en el reduccionismo discursivo
Finalmente, el enfoque excesivo en el discurso, el “performance” y los gestos simbólicos a menudo se basan en la creencia ingenua de que los discursos automáticamente cambiarán el pensamiento y la conducta de las personas, afectando así la realidad material. Sin embargo, según Freud y sus descubrimientos sobre el inconsciente, las personas rara vez son motivadas únicamente por cambios conscientes en el discurso. Somos seres complejos y contradictorios, impulsados también por fuerzas inconscientes y necesidades psicológicas que pueden contradecir lo que decimos y pensamos conscientemente. Por tanto, no absorbemos pasivamente lo que se nos dice; más bien, integramos el discurso en nuestra psique de manera única y compleja. En varias ocasiones, “decidimos” qué discurso nos ofrece más sentido y satisfacción, sin que esto necesariamente cambie nuestras acciones de modo que sean congruentes a la información nueva que hemos obtenido. Puede resultar, por ejemplo, que salimos a protestar por un reconocimiento consciente de las injusticias que vivimos en el país. Nos convencemos entonces, que anhelamos o buscamos un cambio social sustantivo, solo para concretizar motivaciones inconscientes personales que no son congruentes con la motivación original de cambiar el país.
Esto resuena con fenómenos sociales que se entremezclan con fenómenos psíquicos complejos, como la transfiguración de actividades serias como las protestas en actividades de entretenimiento. La seriedad política y el trabajo arduo requerido para retar al sistema es reemplazado por actitudes caprichosas que inconscientemente tratan el activismo como actividades pasajeras de música, baile y entretenimiento. A pesar de que el sujeto pueda adoptar un discurso que alega seriedad y compromiso con el deseo de transformar el país de forma significativa, sus acciones al tratar las protestas como medios pasajeros de entretenimiento contradicen esta encomienda. Las implicaciones políticas de este nuevo tipo de subjetividad activista despolitizada superan las ambiciones de este ensayo, por lo que se deja este tipo de análisis para el futuro. Sin embargo, resulta pertinente mencionar este ejemplo para contextualizar las formas en que ocurren estas contradicciones entre el discurso consciente con las motivaciones inconscientes. Este tipo de trasformación de la protesta en medio caprichoso de entretenimiento se pudo observar en las protestas del verano del 2019, con la llegada de artistas famosos que interpretaron varias canciones y convocaron a los manifestantes a disfrutar del evento. De forma inadvertida, los artistas contribuyeron a convertir la protesta en un concierto musical, permitiendo a los consumidores asumir un role-playing de activista, desviando la atención del esfuerzo y el rigor que caracteriza la encomienda política.
Esta dimensión compleja del sujeto incongruente consigo mismo a nivel consciente, lanza una problemática para la praxis política que se reduce al uso del discurso para cambiar la sociedad. El sujeto se encuentra principalmente motivado a actuar a causa de fuerzas inconscientes y modos de satisfacción que superan eslóganes persuasivos, argumentos racionales y gestos performativos provistos por los activismos que se reducen al discurso. Esto explica por qué en varias ocasiones las personas pueden saber muy bien la situación precaria en la que se encuentra la isla, pero actúan como si no lo supieran. Al sujeto haber recibido nueva información que visibilice las injusticias que están sucediendo en el país, no significa que vaya a actuar de forma que implique una movilización para cambiar la sociedad.
Conclusión
En conclusión, a pesar de que los teóricos decoloniales, junto con ciertos sectores de la praxis política del país, enfatizan la importancia de operar dentro del registro del discurso para poder articular un movimiento real, estos no necesariamente conllevan cambios en conductas que impliquen una conciencia que pueda alterar la sociedad de forma significativa. Este ensayo propone el reduccionismo discursivo como concepto novel para poder hacer sentido de la actual condición política del país, junto con las limitaciones de nuestras formas de organización contestataria.
En adición, se argumenta que, sin el recurso teórico del psicoanálisis para entender las contradicciones complejas entre el discurso y las motivaciones inconscientes del sujeto, nuestra praxis política se encuentra limitada a entendidos ingenuos del sujeto como parte de una conciencia racional y neutral, que absorbe pasivamente las configuraciones discursivas provistas por los gestos simbólicos de los activismos del país. Por consiguiente, el reduccionismo discursivo aparece como resultado parcial de un entendimiento errado sobre la naturaleza del sujeto como ente puramente consciente, con el discurso como herramienta para cambiar los pensamientos y conductas de forma directa.

