Departamento de Ciencias Sociales
Universidad de Puerto Rico, Bayamón
3 de mayor de 2024
A veces la muerte desborda la memoria de agradecimientos y reconocimientos que no tenían salidas, que no estaban apalabrados. La muerte del profesor José Luis “Pinchi” Méndez provoca esto. Un recorrido que entrecruza el ámbito académico e intelectual, con el ámbito identitario de lo que algunos definimos como “el ser pepiniano”. Mi memoria de José Luis se remonta a los pasillos del edificio Ramón Emeterio Betances, en la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Era decano de la Facultad de Ciencias Sociales cuando lo vi por primera vez. Yo era estudiante de Ciencias Sociales y estaba en los consejos de estudiantes. Era fupista y pepiniana. Saber que el decano, intelectual, era de mi pueblo, fue importante para mí, así como para muchas y muchos oriundos de San Sebastián que estudiábamos en la UPR de Río Piedras. En la FUPI, en los Consejos, y en otros espacios, Méndez nos hacía sentir mucho orgullo de haber nacido en Pepino.
Pinchi tenía muchas buenas cualidades. Ocupó posiciones de poder en la universidad por muchos años, pero eso no le impidió mantener su rostro tan humano, deprendido y gentil. En su facultad fue mediador en diversos conflictos universitarios, pero nunca abandonó sus responsabilidades académicas.
Fue sociólogo de primer orden y hostosiano. Se convirtió en un referente importante para muchas generaciones de estudiantes en la Facultad de Ciencias Sociales. Fueron tiempos de paz institucional, de fructíferos diálogos académicos y encuentros universitarios que prometían otros tiempos después de la huelga de los 80. En todo momento Pinchi fue figura destacada.
Luego integró la Cátedra de Honor Eugenio María de Hostos, así como la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz.
También conocí un poco de su rostro familiar. Hijo de Pin Méndez, abogado muy querido en San Sebastián y de doña Susy Muñiz. Lo ví como hijo de doña Susy y como tío de Ilsa. Las memorias familiares la conocí por los narraciones de su madre en la casa de mi madre algunas tardes de sábados y domingos. Escuché relatos sobre Pinchi en Francia, estudiando, casado con Marta, y sobre los viajes que hicieron juntos. También lo conocí a través de las memorias de doña Susy y de Ilsa en sus encuentros en el Conuco de Cuca, algunos domingos en el pueblo pepiniano. En esos encuentros siempre profesando, como buen profesor, su cariño familiar, su amor por su madre, doña Susy, a quien cuidó hasta los últimos días de vida de ésta.
En los últimos años en la universidad, el Instituto de Investigaciones Violencia y Complejidad ocupó un poco de su espacio en esa oficina tan suya. Llena de libros, fotos y cuadros que decían tanto de Pinchi Méndez. Un espacio pequeño, pero tan suyo, y que supo compartir con otros. Y que acogió con tanto interés la creación del Instituto de Investigación Violencia y Complejidad. Fue importante en la creación del Instituto y en el respaldo que recibió en el Departamento de Sociología y Antropología.
Quedan muchos relatos y memorias en tantas personas por las que pasó Pinchi Méndez, pero a todos marcó de forma positiva. Dejó muchas buenas huellas en estudiantes, profesores y empleados de la Universidad. Y así nos dejó, pensando siempre en el diálogo, en lo dialógico, en la mediación, en la posibilidad de algo que siempre puede ser posible.